Valles y montañas: el clásico análisis de recorrido, material y otras historias
Para no perder las buenas costumbres, voy a cerrar esta serie de entradas sobre Valles y montañas con el clásico análisis de recorrido, materiales y otros asuntos. Intentaré no alargarme mucho.
EL RECORRIDO
Lo primero, como siempre, los datos globales de esta segunda
escapada del año:
- Tiempo total de pedaleo: 12 h 44’ 298”
- Velocidad media: 16,45 km/h
- Velocidad máxima: 62,2 km/h (etapa 1)
Lógicamente, este análisis del trazado vendrá condicionado
por la avería del segundo día, ya que me obligó a trastocar la parte final. En
cualquier caso, hasta ese punto, la verdad es que el recorrido me estaba
dejando un gran sabor de boca. El escenario ya resultaba de por sí atractivo,
pero es que además tuve la suerte de poder transitarlo justo después de un
larga época de lluvias y nieves que tiñó el paisaje de sugerentes y brillantes
colores.
Montañas nevadas durante el ascenso del Tremedal |
Por idéntico motivo, el agua, o mejor dicho el barro, podría
haberse antojado como un gran enemigo, pero como, por pura casualidad, la ruta
me había quedado muy asfáltica, pues me evité muchas complicaciones. Teniendo
en cuenta lo vivido en el breve tramo salida de El Barco de Ávila, en el que ya
me tuve que mojar los pies, puedo decir que fui muy afortunado…
La bonita y gravillera bajada del puerto del Tremedal |
Del trazado de la primera etapa, no modificaría ni un
kilómetro. Bien asesorado por un experto conocedor de la zona como Rubén, fui
enlazando carreteritas tranquilas, un sorprendentemente bonito tramo de la Vía
Verde de La Plata y la espectacular pista Heidi. Esta última podría ser
esquivada, pero recomiendo no perdérsela, ya que tras la parte de ascenso -no
exenta de dureza-, ofrece un magnífico panorama del valle del Ambroz. Además,
se pasa por poblaciones muy pintorescas, en especial Candelario y Hervás (un
saludo a DwarfCu 😉).
La localidad de Baños de Montemayor y el embalse de Baños desde la Vía verde de La Plata |
Las pintorescas calles de Hervás |
Del de la segunda, por su parte, ya recorté un tramo que
consideré, digamos, repetitivo. Desde que se abandona el descenso del
espectacular puerto de Honduras hasta Rebollar ya se puede escudriñar el
paisaje a la perfección, por lo que no tiene mucho sentido -salvo por motivos
deportivos o logísticos- alargar hasta El Torno. Además, así nos quitamos un
buen trozo de la concurrida y pestosilla N-110. Precisamente, el objetivo del
trazado original no era otro que el de evitar, en la medida de lo posible, esta
vía, pero con la dichosa avería no pude constatar si esos sectores paralelos a
la misma merecían tanto la pena como, por ejemplo, la pista a media ladera que
va desde la garganta del Caozo hasta Cabezuela del Valle.
El preciosísimo puerto de Honduras |
En resumen, nos encontramos ante un recorrido tan bello como
duro y exigente, ya que el desnivel acumulado en dos jornadas supera los 4.500
metros. Eso sí, desde el punto de vista técnico, poca historia, ya que el
pedregal para entrar en la vía verde se puede esquivar por la pista paralela.
Eso sí, mucho ojo con las bajadas, algunas con fuerte pendiente, gravilla y
baches… Es fácil quedarse sin frenos, o eso me han dicho…
Y en cuanto a la época recomendada, pues como casi siempre:
primavera y otoño. Y si en la primera lo haces coincidir con los cerezos en
flor y en la segunda con las carreteras y pistas sembradas de hojas, pues ya lo
bordas. En verano, aunque hay zonas de sombra, mucho ojo con el calor. Y en
invierno, pues todo va a depender del momento, porque tampoco es una zona donde (creo) suela hacer un frío excesivo.
Agua brotando por doquier |
Para terminar este apartado, dejo por aquí los enlaces a las
dos etapas en Wikiloc (el enlace a Strava se puede encontrar en la crónica de
cada uno de los dos días):
Día 1: El Barco de Ávila - Aldeanueva del Camino
Día 2: Aldeanueva del Camino - El Barco de Ávila
EQUIPAJE Y MATERIAL
Para estas rutas de dos o tres días sigo apostando por
llevar lo mínimo posible. De ropa de bici, sólo recambio de calcetines y
camiseta interior. El resto, a limpiar con toallitas, ya que en épocas de no
mucho calor, casi seguro que no va dar tiempo a que se seque la ropa en caso de
lavado. En cuanto a la de calle, y ya que no me planteaba hacer turismo
post-etapa, aposté por una combinación de ropa interior, pantalón corto y
camiseta de manga larga que me sirviese para estar por el albergue y dormir. Un
acierto.
Todos estos atavíos, junto con una mínima bolsa de aseo, suelo meterlos en la
bolsa del sillín. En la que va dentro el cuadro, dejó espacio para cargadores,
gafas, una mochila plegable, un par de cámaras de repuesto, un bloc y un boli y
quizá alguna cosa más que aún no recuerdo. La powerbank, junto a los cables
para cargar, así como unas toallitas, suelo meterlas en la que va sobre el
cuadro, para tenerlos más a mano. Las herramientas, en un bote cerrado que
coloque en uno de los portabidones. Y la comida y el chubasquero, en la bolsa
delantera.
Esta foto ya la he puesto, pero bueno, para que se vea el reparto del equipaje |
Y bueno, sobre la bici, a diferencia de otras ocasiones,
pues sí tengo algo que decir en esta ocasión. Eso sí, la culpa de las averías fue
solo mía, porque me tenía que haber preocupado de mirar el estado de las
pastillas antes de salir. Igualmente, también tendría que haberla llevado al
taller para el mantenimiento del pedalier, pero como ando con el puño cerrado,
pues pasa lo que pasa. En cualquier caso, lección aprendida.
Al haber podido reservar un albergue que contaba con cocina, no dudé ni un segundo en aprovecharla para prepararme la cena. De casa
me llevé ya la cantidad de pasta (sin gluten) adecuada y con lo que compré en
Hervás, pude cocinarme un plato que me supo a gloria y que recibió hasta una
crítica positiva de un peregrino inglés, quien me dedicó un pulgar arriba al
verlo ya sobre la mesa.
Para las comidas en ruta, volví a tirar de pequeños
bocadillos, plátanos, barritas y geles. A mí, comer de poco en poco me va
perfecto, aunque en esta ocasión eché de menos algún pincho de tortilla…
Degustando uno de mis ya "clásicos" minibocadillos |
Y del hospedaje, mi valoración queda condicionado por la
altísima ocupación. “Estamos a tope”, me dijo el amable encargado. Demasiada
gente en un espacio bastante reducido… Pero bueno, todo estaba bastante limpio,
dentro de lo que cabe. Y por 15 €, tampoco se puede pedir mucho más.
Pues ya está. Ahora, tras disfrutar en abril de un par de
rutas en bici de carretera a las que tenía muchas ganas (Alto Tiétar y Montes de Toledo), espero afrontar en mayo un reto con mayúsculas, una ruta de
un solo y largo, larguísimo día… Pero todo depende de este tiempo tan loco,
porque necesito ayuda logística y, si llueve el único sábado del mes que parece
propicio, pues la pospondré para más adelante y me buscaré otras alternativas.
Salga lo que salga, ya lo contaré por este rincón. ¡Mil gracias por pasar por aquí!
Cómo va la mecánica? Ya eres pro de taller? 😜
ResponderEliminarVaya! Yo que quizás te iba a proponer "locura" (tarea pendiente) para el 24... Ánimo con ese reto!!!! Espero crónica 😉