Valles y montañas (Día 1): El Barco de Ávila - Aldenaueva del Camino

"- Discúlpalo, está en una mala edad. Esa en la que casi siempre es otro el que juega el partido, pero todavía queda hambre de balón". LORENZO SILVA - La estrategia del agua (2010)

La sordera ha disparado mi capacidad de abstracción. Dadas mis dificultades para distraerme con cualquier sonido inteligible, es muy común que, a la mínima, me pierda por los recovecos más profundos de mi cerebro.  Por  eso, no me resultó tampoco muy sorprendente que por culpa de uno de esos momentos en los que ando con la mente a millones de años luz de distancia de la realidad, el GPS del coche cambiase de pantalla y me dejase claro que, al pasarme la salida de la A6 dirección Villacastín, iba a tardar 20 minutos más en llegar a El Barco de Ávila…

El de alcanzar más tarde de lo esperado el punto de salida de mi segunda aventura del año no fue el único despiste mañanero. Mientras me preparaba para echarme a rodar, descubrí que no había dejado a mano una braga fina que me gusta ponerme en el cuello durante las frías primeras horas de la mañana, y que en el GPS de la bici no había corregido el inicio de la ruta, por lo que me iba a tocar callejear por la localidad abulense en busca del punto marcado como inicio.

El punto de salida, al fin, junto al río Tormes

El susodicho Tormes, a reventar.

Lejos de enfurruñarme por estos pequeños contratiempos, opté por no darles demasiada importancia, táctica que resultó sin duda decisiva para poder digerir con más facilidad el otro par de errores que aún me quedaban por cometer. El primero, el empeñarme en abandonar el núcleo urbano por un camino que ya pintaba feo y que, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en una sucesión de ciénagas. Con el mes de lluvia que llevábamos, podía haber intuido su estado, pero mi cabeza seguía a sus cosas. Afortunadamente,  cuando me vi atrapado entre charcos gigantes, me dio un ataque de risa que me permitió salir de este tramo con una sonrisa… y sí, también los pies calados.

Ataque de risa y pies calados

De nuevo sobre asfalto, me dispongo ya a subir el puerto del Tremedal, una ascensión que me permitirá cambiar Ávila por Salamanca y transitar por la sierra de Candelario. Ya que, desde que he arrancado, todo ha sido subida, me da por mirar la pantalla del GPS para ver cuánto desnivel llevo acumulado, pero lo único que constato es que no le he dado al botón de inicio y que, por tanto, todos los parámetros siguen a cero. En fin, un día tonto lo tiene cualquiera.

Subiendo el Tremedal con el GPS todavía a cero...

Por suerte, la exigencia del alto y las sensacionales vistas que poco a poco va ofreciendo, me permiten olvidarme cuanto antes de todo lo acontecido hasta el momento y empezar a disfrutar de este trayecto de dos días que, además de la zona de Candelario, discurrirá por unos valles del Ambroz y del Jerte que, confío, luzcan todo su verdor tras la sucesión de borrascas de las últimas fechas.

(Por cierto, para el diseño del recorrido, del que ya hablaré en la clásica entrada de análisis, conté con la inestimable ayuda de Rubén, un tuitero de esos que hacen que aún merezca la pena seguir dando vueltas por las redes sociales. Aunque le mencionaré a su debido tiempo, me apetecía dejar ya constancia de su ayuda).

Vistas guapísimas en el ascenso al Tremedal

Asfalto descarnado y montañas nevadas, un cóctel ideal

La subida al Tremedal se me atraganta un poco. Es un puerto irregular, que alterna rampas serias con otras zonas más suaves y quizá por ello, y porque siempre cuesta acostumbrarse al peso de la bici, termino llegando a la cima más atrancado de lo que debería. Eso sí, corono con la sensación de que la escalada ha merecido mucho la pena  (¡hasta he visto un pequeño rebaño de alpacas!) y de que es una simple cuestión de tiempo que todo fluya.

¿A quién no le gustaría ser una alpaca en este entorno?

Un nuevo puerto a mi lista

Y así es, tras la vistosa y revirada bajada hasta Becedas (¡ojo con la abundante gravilla en algunas curvas!), me incorporo a la AV-100 y empiezo a sentir que, una vez más, estoy justo donde quería estar. De hecho, entre canturreos y suspiros, me presento en un plis plas en la cima del segundo puerto del día, el modestísimo puerto de La Hoya.

La bajada del Tremedal también ofrece interesantes postales

"No quiero bailar, no quiero bailar,
prefiero sentarme y observar
tu cuerpo flotando en el sol
indicando la dirección,
el camino a seguir para aterrizar
sobre tu cuerpo, sobre la sal
que hace reacción, que hace reacción
y me da la fuerza para continuar
girando a tu alrededor
como un barco sin timón
hacia la deriva
tan contento de viajar
hacia la destrucción".

La Hoya, un puerto modesto

Tras un pequeño y gozoso descenso hasta Navacarros, me desvío a la izquierda para tomar una carretera que con, una constante ondulación, me llevará hasta Candelario. El asfalto, ideal para el pedaleo, faldea por la parte de baja de la mítica Covatilla y se abre paso entre bosques de hoja caduca y pequeñas gargantas por las que bajan arroyos cargados de agua. Y no hay ni rastro de coches. Pura delicia.

Una carretera cinco estrellas, rumbo a Candelario

Después de una breve pausa en la coqueta población salmantina, en la que me da tiempo a echar un café con leche, reemprendo la marcha rumbo a un embalse de Navamuño que, como esperaba, luce sus mejores galas. La lluvia es, en ocasiones, un coñazo, pero también es, sin duda, el mejor filtro que se puede aplicar a cualquier paisaje.

Las empinadas y empedradas calles de Candelario

El embalse de Navamuño luce sus mejores galas... y aguas

El pantano termina, más o menos, donde se tocan las provincias de Salamanca y Cáceres y donde arranca el para mí tan desconocido como espectacular valle del Ambroz. Por él, circularé ya durante casi todo lo que me resta de jornada. Y digo casi, porque, pasado el municipio de La Garganta, regresaré timídamente a tierras salmantinas para alcanzar Puerto de Béjar, punto que he marcado para incorporarme al Camino Natural Vía Verde de la Plata.

Cambiando de provincia

Por aquí se abre ya el espectacular valle del Ambroz

Aunque ya he comentado por aquí que no me llama mucho la atención circular por este tipo de infraestructuras tan rectilíneas y, en ocasiones, anodinas, la realidad es que este trayecto en concreto me resultó fascinante. Quizá fuese por el hecho de que me apetecía abandonar un poco el asfalto, por la suerte de poder rodarlo en sentido descendente o por la luminosidad del entorno, pero la realidad es que lo disfruté muchísimo. Eso sí, para incorporarme a él, me empeñé en meterme por una especie de calzada romana que casi me hace saltar algún empaste…

El camino más bonito (y complicado) para acceder a la Vía Verde de La Plata

"No quiero bailar, no quiero bailar
y voy a quemar esta ciudad.
Perdí el control, perdí el control,
mi cabeza no sabe flotar.
Se empezó a hundir y ahora está
sonriendo en el fondo del mar.
Perdí el control, perdí el control
y pasaré toda la vida
girando a tu alrededor
como un barco sin timón
hacia la deriva
tan contento de viajar
hacia la destrucción".

Las vías verdes que me gustan

Finalizado este plácido sector, en el que aproveché para dar cuenta de un bocadillo, regreso momentáneamente a la carretera para enlazar con la pista Heidi. El motivo de este curioso nombre no termina de quedarme claro: podría tener que ver con el hecho de que transita por una espectacular zona montañosa que recordaría a la de la famosa serie de animación japonesa o con, como he leído por algún otro lado, una simple coincidencia entre su fecha de apertura y el estreno del primer capítulo de la misma… Sea como fuere, y aunque fui con los ojos bien abiertos, por allí no me crucé ni con la susodicha ni con Clara ni con el abuelo ni con Pedro ni con la mítica señorita Rottenmeier. De hecho, durante los 24 kilómetros de su recorrido, no me topé con absolutamente nadie.

En busca de Heidi, ¡Yolerei hihu!

La pista arranca con una subida progresiva, que se endurece de mitad hacia adelante, justo donde el terreno se vuelve más pedregoso. Después, entra una fase más horizontal, con pequeños toboganes a media ladera que permiten divisar un paisaje alucinante. Y, finalmente, encara una rápida, vertical y revirada bajada que concluye justo en la carretera que une Hervás con el puerto de Honduras, un lugar por el que me tocará transitar al día siguiente.

Cogiendo altura en la pista Heidi

"No quiero bailar, no quiero bailar,
prefiero sentarme y observar
tu cuerpo flotando en el sol
indicando la dirección,
el camino a seguir para aterrizar
sobre tu cuerpo, sobre la sal
que hace reacción, que hace reacción
y me da la fuerza para continuar".



Al fondo, la localidad de Hervás y el embalse de Baños

Durante el trayecto, y fruto de las abundantes lluvias de los días previos, tuve que cruzar no menos de una decena de torrentes que bajaban furiosos por la ladera y que, en la mayoría de los casos, habían saltado las canalizaciones realizadas sin problema alguno. Mis pies, a los que aún les quedaban restos del agua de primera hora, recibieron por tanto su segundo baño del día.

Arroyos enfurecidos = pies mojados

Disfrutada la pista, alcanzo definitivamente Hervás, pintoresca población en la que me tomo un segundo bocadillo, realizo algo de compra para cena y desayuno del día siguiente, doy un breve paseo por sus estrechas calles y donde cometo el error imperdonable de no fotografiarme junto al cartel de este pueblo, motivo por el que Dwarfcu, de apellido Hervás, no me dará  Kudos en Strava… 😢 😛

Las estrechas y curiosas calles de Hervás

Iglesia Santa Maria de Aguas Vivas (Hervás), camuflada entre ramas

Desde aquí hasta Aldeanueva del Camino, lugar marcado como final de etapa, ruedo otros seis kilómetros de la agradecida Vía Verde de La Plata y callejeo sin prisa hasta el albergue que tenía reservado y por el que pululan decenas de peregrinos que van camino de Santiago siguiendo el trazado de la Ruta de La Plata. Me hubiese gustado un poco más de tranquilidad, pero la verdad es que, con un poquito de paciencia y organización, logro cumplir todos los trámites post etapa en un tiempo razonable y me meto en mi litera con tiempo más que de sobra para descansar.

Aldeanueva del camino, fin de la primera etapa

"No quiero bailar, no quiero bailar,
no quiero bailar, no quiero bailar,
no quiero bailar, no quiero bailar".

(Niños mutantes – No quiero bailar)

ALGUNOS DATOS

- Distancia: 100,51 km. + 4,17 km. (del tramo sin conectar el GPS) = 104,68 kms,

- Desnivel acumulado: 1.801 m. + 110 m. = 1.911 m.

- Velocidad media: 17,7 km/h

- Velocidad máxima: 62,2  km/h

- Tiempo total de pedaleo: 5h 40' 23"

- Hora de salida: 10:41  

- Hora de llegada: 17:42





Comentarios

  1. 😒 No te di kudos, pero juego veo que sí. Comentario aquí y allá. Parrafete para reprocharlo... Bueno, en la siguiente entrada ya seré yo quién te dé leña con la mecánica 😬

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  2. Ejem, ejem, ¿quién sacó ayer el tema en una ruta de Strava de una tercera persona? 😛

    Gracias por el comentario... o no 😝

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