Rumbo al norte (día 1): Madrid - Buitrago de Lozoya

 

"Me gusta empezar un viaje ciclista en la puerta de mi casa, porque un gesto tan rutinario como encajar la zapatilla en el pedal  -clac- suena de repente como la promesa de una aventura". ANDER IZAGUIRRE, Pirenaica (2018)

El punto más al norte de la Comunidad de Madrid… Espera, espera, que de las motivaciones y planificación de la ruta ya hable por aquí. Ahora, toca contar lo que sucedió. Vamos al lío.

 (...)

Viernes, 21 de abril. 07:00 horas. Como cada día laborable, el despertador me dice que ha llegado la hora de ponerse en pie. Aunque me levanto con el sopor de costumbre, apenas tardo unos segundos en constatar que hoy la jornada va a ser muy distinta.

Con la bici ya lista y cargada desde la víspera, aprovecho este arranque del día para desayunar con tranquilidad, comentar con mi mujer algunos detalles, vestirme sin prisa y dejar a los niños listos para ir al cole. El mayor, que ya el día antes al ver la bicicleta con las bolsas me había soltado un: “¡Vas a hacer una ruta  taaaan larga!”, se despide de mí con todavía cara de incredulidad;  mientras que el pequeño apenas me echa un rápido vistazo sin casi apartar la vista de los dibujos que le acompañan mientras desayuna. Ojalá en el futuro ambos quieran acompañarme en alguna de estas aventuras.

Ya en la calle, compruebo por última vez que las bolsas están bien sujetas y me pongo en marcha. No pasarán ni dos minutos hasta que haga mi primera parada para hacer una foto. Será una tónica habitual: detenerme mucho y disfrutar del placer de pedalear sin prisa.

Mientras atravieso una casi desierta Casa de Campo y circulo por un, a estas horas, apacible Anillo Verde, voy tratando de cazar a esas mariposas que aún revolotean por mi estómago y me esfuerzo por hacer un último repaso mental de todo el equipo. Intuyo que me dejo algo, pero no acierto a recordar el qué. Pronto lo averiguaré.

Adiós, nervios; hola, memoria

De camino a El Pardo, por la agradable senda fluvial, empiezo a liberar tensiones y a disfrutar del pedaleo sin pretensiones. Encaro la primera subida con enorme calma y me sorprendo a mi mismo al superarla con más facilidad de la esperada. El peso de la bici no va a ser un problema. Mientras haya tracción y la pendiente se mueva por dígitos razonables, será una simple cuestión de paciencia.

Antes de Tres Cantos, descubro lo que me he dejado en casa. Por ir, quizá, con menos presión  de la debida para evitar rebotes, pego un tímido llantazo al superar un escalón y la rueda de atrás comienza a  perder tensión. Mientras le doy por primera vez aire, pienso en que, en cuanto pueda, pararé en una gasolinera para meterle más presión de golpe gracias al adaptador de válvula que, ¡oh, no!, se ha quedado en un cajón de casa…

Los caminos del Canal, un escenario ideal para el gravel.

Afortunadamente, tras la cuarta parada para darle al manubrio, la rueda talona y se disipan de mi cabeza las ideas de andar preguntando en cada gasolinera si tienen adaptador o de buscar alguna tienda de bicis que me pille más o menos a mano. Además, entre unos pensamientos y otros, voy avanzando sin casi darme cuenta y supero sin más contratiempos un par de repechos contundentes y una pequeña trialera que me obliga a  completar mi primer y único tramo de 'empujabike' del día (apenas 200 metros).

Un poquito de 'empujabike' nunca viene mal...

Con la rueda ya recuperada, alcanzo el Cerro de San Pedro. Consciente de que ahora toca un tramo de carretera y de que, por el camino, pararé un rato a comer y descansar, me dejó caer hacia Guadalix con una enorme sonrisa y la sensación de que va a ser un gran día.

El Cerro de San Pedro, un clásico del ciclismo madrileño.

Un perfecto final

Tras el breve almuerzo en Navalafuente (un sándwich que llevaba preparado de casa, más un par de plátanos, un arroz con leche y un Aquarius que compré en un supermercado), reanudo la marcha. Las nubes, que empiezan a ganar terreno al sol, y el viento, cada vez intenso, anuncian un cambio de tiempo que podría marcar mi segundo día de ruta, pero lo cierto es que ni me detengo un segundo a pensar en ello. Se trata de disfrutar el momento y de afrontar cada problema o contratiempo en su debido momento.

Alternando asfalto y tierra, y con la escarpada Sierra de La Cabrera como testigo, me presento en El Berrueco. Voy sobrado de tiempo, así que decido detenerme a tomar un café antes de afrontar el tramo más bonito del día, el Canal de El Villar. Esta conducción, diseñada en su momento para trasladar el agua desde el embalse de El Atazar hasta Torrelaguna, permite recorrer un sector de este inmenso embalse por una ondulada pista de tierra con innumerables curvas y disfrutar de unas bellísimas vistas. Lástima que el nivel de agua se encuentre tan bajo para las fechas en las que estamos…

El Atazar, un bello rincón de Madrid.

Tranquilos, de aquí no paso.

Este tramo de pista desemboca en la M-127. Desde dicho punto, restan apenas 10 kilómetros por carretera hasta Buitrago de Lozoya, punto establecido como fin de etapa. Ya que dispongo de tiempo más que suficiente, las fuerzas me acompañan y me sobran las ganas, decido recorrer esta última fase por una zona alternativa que, primero por pistas y después por caminos pelín más técnicos, me llevará a rozar Navas de Buitrago, superar el Puente del Cura, ascender hasta Cinco Villas, atajar hasta la M-126 y, finalmente, ya sí, alcanzar mi destino. Aunque el viento sopla de cara en algunas zonas, disfruto muchísimo de este sector, ya que en los tramos con rocas y piedras sueltas, la bici se comporta estupendamente y no necesito poner pie a tierra en ningún momento.

El Puente del Cura, rumbo a Cinco Villas.

Y así, tras 5h 34’37” de pedaleo, me presento a las puertas del Hostal Madrid-París de Buitrago (hablaré de este alojamiento y de otros detalles logísticos en alguna entrada más adelante) en torno a las 15:40. Me instalo, me ducho, meriendo, dejo casi todo listo para el día siguiente y aún tengo tiempo para descansar y dar una vuelta por uno de los pueblos más bellos de la Comunidad. Por el motivo que sea, le he cogido  un enorme cariño a esta localidad, principio y fin de muchas de mis rutas de fin de semana.

Buitrago de Lozoya, uno de los pueblos más bonitos de Madrid.

Tras cenar una hamburguesa, comentar la jugada con la familia, consultar el tiempo y valorar que tal vez tenga que retrasar mi salida al día siguiente, zapeo un poco con desgana y acabo cayendo en los brazos de Morfeo antes de las 22:30. Para mí, que llevo una temporada larga sufriendo para conciliar el sueño, es un triunfo con mayúsculas. El mejor colofón para un día fantástico.  


ALGUNOS DATOS:

- Distancia: 106,34 km.

- Desnivel acumulado: 1.641 m.

- Velocidad media: 19,07 km./h.

- Velocidad máxima: 61,7 km./h.

- Tiempo total de pedaleo: 5h 34’37”

- Hora de salida: 08.33

- Hora de llegada: 15:40


Comentarios

  1. 7 horas (que sí, que sí, que esto va de otro 'rollo', que patatín y patatán) para poco más de 100kms, está claro que puedo ir con la rígida, pero también que no me verán al lado de 'la que no debe ser nombrada' XD

    ¡Grande, Juan Carlos! Un placer leerte.

    Fdo: Tu groupie de pedales :P

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