Rumbo al norte (día 3): El Cubillo de Uceda - Madrid
"Cuando pedaleas solo, se te va un poco la cabeza. Todavía mejor: todo lo que ves en el paisaje concuerda con tus ocurrencias, todo confirma tus ideas, todo te da la razón". ANDER IZAGUIRRE – Pirenaica (2018)
Voy a andarme por las ramas. A divagar un poco. Porque
viajar en bicicleta, y más aún en solitario, no es solo cuestión de dar
pedales. Cuando terreno y desnivel se vuelven amables y las piernas activan el
piloto automático, es fácil que el cerebro se desvíe hacia terrenos poco
transitados y que, de repente, tu cabeza
se llene de recuerdos, emociones, ensoñaciones y otro tipo de pensamientos que
poco o nada tienen que ver con el lugar por el que giran las ruedas.
De vuelta al desvío que, horas antes, había tomado para
alcanzar el alojamiento en El Cubillo de Uceda, por una carretera solitaria y
en claro sentido descendente, mi cerebro se pierde en un maremágnum de
sensaciones. Desde que me quedé sordo, me he dedicado a sobrevivir. Es cierto
que, gracias a mi familia y mis amigos, he podido disfrutar de buenos momentos,
pero también que, a nivel interior y estrictamente personal, apenas he
alcanzado instantes de paz y plenitud como el que ahora se apodera de mí.
Aquí, en mitad de ninguna parte, conecto con mi yo anterior,
el que se quedó anclado a un vida en la que oír no suponía un esfuerzo
extenuante. Aquí, en una carretera que se desliza entre campos de colores,
recuerdo lo mucho que he sufrido y luchado para no perder mi esencia. Aquí, en un lugar tan, en apariencia, ajeno a mí, el corazón se me anuda al evocar a
mi hermana Arancha y mi abuelo Simón, dos personas que se fueron demasiado
pronto. Y también aquí, rodeado de aire y espacio, confirmó mis sospechas de
que, pase lo que pase, seré siempre un rival difícil de batir.
No todo van a ser divagaciones...
Alcanzado el cruce con la M-102, recupero el trazado
original. Al poco, me desvío por caminos que con enorme suavidad me harán dejar
atrás Patones de Abajo y Torremocha de Jarama. En este segundo, me detengo
junto a su coqueta iglesia, tiro una foto, como una barrita y decido que en
cuanto llegue a Talamanca de Jarama haré una parada para ‘redesayunar’. Porque
me he quedado con hambre, pero sobre todo, porque quiero alargar el viaje lo
máximo posible.
"Perdiendo el tiempo" en Torremocha de Jarama |
Este agradable tramo desemboca en la primera de las tres modestas subidas del día. La encaro con tranquilidad y me sorprendo a mi mismo superándola con solvencia. Ni los surcos me hacen dudar. He vuelto a dormir bien y se nota. Piernas frescas y mente limpia. Medicina natural.
Tarareando esta canción de La Granja corono la subida. La
sordera me arrebató la música, uno de mis grandes soportes vitales, pero de la
memoria no va a ser tan fácil borrar algunas melodías y letras.
La antepenúltima |
Tras cruzar la siempre ajetreada N-220, alcanzo Talamanca. En busca de una cafetería con terraza, doy unas cuantas vueltas y pongo a prueba mi capacidad para circular por calles en dirección prohibida… Finalmente, encuentro una y, con la parsimonia que corresponde, degusto un Aquarius con una napolitana de chocolate. El sol calienta lo justo y me dan ganas de quedarme allí, con las piernas estiradas y el corazón en calma, el resto de mi vida.
Al salir de la localidad, que anda de celebraciones, me cruzo con varios grupos de jóvenes que aún apuran los últimos sorbos de una noche de fiesta. Me acuerdo aquí de mi libro favorito, Últimas tardes con Teresa, delgran Juan Marsé (-"En la calle queda la desolación que sucede a las verbenas: otro quehacer, otros tráfagos cotidianos y puntales…" -) y envidio por un momento su total despreocupación. Vivir el presente, sin más, que ya es mucho.
La Iglesia de San Juan Bautista, Torremocha |
"Y lo bien que lo pasamos, qué" |
Todo lo que empieza tiene su final
Sin grandes problemas, y tras disfrutar del último, breve y
ratonero tramo de senderos de la ruta, soy absorbido por la gran urbe. Los
aviones cada vez vuelan más bajo en busca del cercano Aeropuerto de Barajas,
los ciclistas con los que me cruzo apenas ya devuelven el saludo y en casi
cualquier rincón brotan papeles, latas, plásticos y demás residuos... Cuando nos extingamos, ésa será
nuestra herencia.
Senderos al ritmo de Los Planetas |
Aviones al alcance de la vista |
Valdelatas, uno de mis patios de recreo preferidos, me
brinda la última ascensión de la ruta, una pista limpia que entre pinos
desembocará en el carril bici de Colmenar. Desde allí, sigo enlazando caminos
hasta el barrio de Mirasierra, lugar en el que, ya sí, no me quedará otra que volver
al asfalto y completar mi pequeño viaje por calles y carriles que he ciclado
cientos (quizá miles) de veces.
El puente de San Fernando, mil y una veces transitado. |
Clac, clac (Gracias por tanto, Ander). Las calas del pedal se sueltan por última vez justo antes de abrir el portal. Tengo a la familia de cumpleaños, así que hasta que vuelvan y me dediquen besos y abrazos, me dará tiempo a recoger todo, poner la lavadora, ducharme y hasta hacer un primer repaso mental de lo vivido. Un final modesto para una aventura modesta. La primera de muchas, ojalá.
ALGUNOS DATOS:
- Distancia: 85,99 km.
- Desnivel acumulado: 544 m.
- Velocidad media: 20,13 km./h.
- Velocidad máxima: 52,30 km./h.
- Tiempo total de pedaleo: 4h 16' 17"
- Hora de salida: 09:05
- Hora de llegada: 13:58
¡Enhorabuena, Juan Carlos! Tanto por tu viaje como por tus crónicas. Se nota que aquí hay madera (y piernas!)
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Joserra! La verdad es que fue una experiencia fantástica. Y reconozco que lo del blog, de momento, también me está gustando. Falta darle un poco más de vida a los menús y demás, pero poco a poco. Un abrazo
EliminarGran relato!! Se nota que eres de letras... escribiendo, nada que envidiar a Ander Izagirre. En bici ya... 😜
ResponderEliminar¡Gracias! En bici soy cada vez más abuelo. Por eso me engancha esto de los viajes, porque se trata de ir despacio ;)
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