Rumbo al norte: Recorrido, equipaje, consejos, aciertos, fallos...


Ya que en las crónicas de cada etapa, por aquello de mantener el hilo narrativo, pasé de puntillas por algunos aspectos de la ruta que considero interesantes, voy a dedicar esta entrada a valorar el recorrido, hacer un pequeño análisis de material y equipaje y opinar sobre los alojamientos escogidos.

EL RECORRIDO

Para empezar, aquí van algunos datos globales: 

- Kilómetros: 283,43 km.
- Desnivel acumulado: 4.305 m.
- Tiempo total de pedaleo: 15 h. 51’ 41”
- Velocidad media: 18.12 km./h. 

En líneas generales, estoy muy satisfecho con la confección del recorrido. Eso sí, si volviera a realizarlo, seguramente eliminaría el tramo de “bajada” entre Horcajuelo de la Sierra y la M-137, que me resultó muy pestoso para ir con equipaje. Creo que se gana tiempo y se ahorra esfuerzo bajando por carretera hasta Prádena del Rincón para luego continuar sobre asfalto hasta Serrada de la Fuente. Asimismo, intentaría no tener que desviarme tanto para el tema del alojamiento en la segunda etapa y así poder hacer el bucle entre Serrada y Robledillo de la Jara, que tenía muy buena pinta.

A nivel técnico, más allá de pateos muy puntuales a los que no doy la más mínima importancia, hay dos zonas delicadas. La primera,  un corto y muy empinado tramo de bajada antes de enlazar con la carretera que sube al Cerro de San Pedro. Hay mucha piedra suelta, un curva cerrada, algún surco... Yo lo bajé montado, pero hay que llevar cuidado. La segunda, el infame sendero hasta la Presa de la Parra. Intransitable con y sin equipaje. Quizá con una de enduro... Son 500 metros, pero se hacen largos por lo que cuesta avanzar con tanta piedra. Eso sí, dado que la alternativa implica hacer muchos kilómetros más y ya que el posterior tramo junto al Lozoya es una absoluta delicia, recomiendo pasar el mal trago.

Tras lo vivido estos días, daría tres consejos:
  1. Diseñar el recorrido acorde al tiempo disponible y el estado de forma de cada uno. Cualquier ruta puede ser memorable si la adecuamos a nuestras capacidades. Ni quedarse corto ni sufrir más de la cuenta. A mí, me encanta diseñar recorridos y siempre tiendo a endurecer más de la cuenta. En esta ocasión, fui más cauto y creo que acerté.
  2. Contar con un plan B. Siempre que sea posible, tener alternativas para evitar pasos conflictivos o para atajar. Yo, por ejemplo, no había caído en la posibilidad de que la Presa de la Parra estuviese cerrada. Por suerte, no lo estaba, pero si hubiese mirado con un poco más de detenimiento por internet, habría comprobado la existencia de un puente aguas abajo y evitado un rato de cierta angustia.
  3. Afrontar los retos que nos vaya poniendo el recorrido como parte de la aventura. Si todo fuera sencillo, no nos gustaría tanto esto de viajar con la bici.
Mi fiel compañera

LA BICI

Como podía intuir, la bicicleta, una Scott Speedster, se comportó de maravilla. Para viajar sin prisa y por un mixto de tierra y asfalto que no incluya zonas muy técnicas, creo que la bici de gravel es la montura más adecuada. Eso sí, hay que tener en cuenta que, de fábrica, estas bicis suelen venir con unos desarrollos que no son muy montañeros.  Yo cambié el plato de 42 dientes por uno de 40 y aún así saque mucho brillo a los últimos piñones. Sea como fuere, tampoco me retorcí más de la cuenta ni achaqué ningún ‘empujabike’ a la falta de desarrollo.

Quizá, el doble plato sería algo más adecuado para estos viajes, pero yo soy muy fan del monoplato, por su simpleza y también por lo mal que suelen adaptarse mis piernas a los cambios bruscos de desarrollo que provoca pasar de un plato grande a uno pequeño o viceversa. No recomiendo ni uno ni otro. Es cuestión de cada uno.

Por lo demás, sin problema alguno en cuanto a agarre y estabilidad (llevaba cubiertas de 42 con un perfil bastante rodador). Y aunque el peso siempre lastra, la bici se comportó de lujo en las zonas más técnicas y reviradas. Creo que el hecho de saber que no puedes hacer muchos alardes invita a estudiar mejor las trazadas y tomarse los pasos complicados con más calma.

El único pero ya venía casi de serie. La rueda de atrás coge holgura desde el primer día y ni con cambios de eje, núcleo y rodamientos ni con sellador se ha solucionado el problema. Afortunadamente, la garantía ha cubierto todas estas reparaciones y ha asumido finalmente un cambio de rueda que a mí, la verdad, me parecía inevitable desde que comenzó a manifestarse el problema. Si nada se tuerce, esta semana estará ya lista con su nueva rueda.

Listo para empaquetar

 EL EQUIPAJE

Aunque quería viajar con el menor peso posible, la realidad es que al final cargué las tres bolsas que llevaba hasta casi los topes. De hecho, eché de menos que la que va sobre la parte superior del cuadro fuese un poco más grande, ya que tuve que añadir un apaño con otra bolsa para meter las barritas y geles que llevaba de reserva.
 
En cualquier caso, no considero que me sobrase nada. Aunque no utilice perneras, guantes largos y braga, creo que hice bien en llevarlos, porque el segundo día iba a pedalear por alta montaña y había previsión de un cierto mal tiempo. Tampoco tuve que tirar de la mayoría de herramientas ni del botiquín, pero entiendo que son elementos imprescindibles.

En cuanto a lo que eché de menos, creo que solo puedo hablar del adaptador de la válvula, que se me olvidó en casa, y de una pequeña cucharilla, que me habría venido muy bien para comer el arroz con leche que me compré el primer día (metí un pequeño tenedor y un cuchillo en la bolsa, pero no una cuchara…).
 
Si alguien está interesado en saber que llevé al detalle, que no dudé en preguntármelo.

Un alto en el camino
 
ALOJAMIENTOS Y COMIDA

Aunque iba a ser un viaje de tarjeta, mi idea era gastar lo mínimo posible. El problema es que me resultó imposible encontrar alojamientos a un precio razonable. En el Hostal Madrid-París de Buitrago de Lozoya, pagué 62 eurazos por una noche en una habitación pequeña y con el equipamiento justo. Limpia, eso sí. Al día siguiente, precisamente por no encontrar nada ni disponible ni barato, acabé haciendo 10 kilómetros extra hasta El Cubillo de Uceda, donde me cobraron 40 euros por una habitación minúscula con baño compartido. Limpios, eso sí.

Dado que en la Pensión Stop el desayuno estaba incluido, considero que en este caso, el alojamiento se adecuó a lo que buscaba, ya que en Buitrago me cobraron, además, seis euros por un desayuno que incluía café, dos tostadas y una botella pequeña de agua… Un exceso.

La comida del primer día la solucioné con unos bocadillos que llevaba de casa y una mínima compra de 5 euros en un súper de Navalafuente: tres plátanos, un pack de dos tarrinas de arroz con leche, un Aquarius y una botella de agua grande. La del segundo, iba a quedar solventada de una forma similar, pero dado que perdí la bolsa con los bocadillos que me había preparado la noche anterior, acabé comiendo un plato combinado en el restaurante La Plaza de Serrada de la Fuente. Aquí sí, relación calidad-precio, casi inmejorable: 8,5 € por el plato que veis en la foto y un Aquarius.



Para las cenas, la primera noche me “regalé” una hamburguesa en Buitrago. Con la bebida incluida, el precio se disparó hasta los 15,90 €. Además, tampoco es que fuera gran cosa. Mejor pinta que sabor. La segunda, disfrute de un filete de ternera con una gran ensalada y un helado. Todo ello, más una botella de agua grande, 17 €. Barato, barato, tampoco…

De cara al futuro, tengo claro que debo ajustar más el presupuesto, aunque dependiendo de la zona y los días, no siempre resultará sencillo.

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