Por el camino más largo (Día 5): Salmerón - Pastrana

“No es necesario que un hombre crea en Dios o en una patria para seguir viviendo, pero sí le es preciso hacer con su vida algo, lo que sea, que le ayude a no dejar de creer que el tipo que le saluda cada mañana en el espejo del baño merece continuar gastando el aire que respira”. LORENZO SILVA – Lejos del corazón (2018)

Una distancia escasa separa la risa del llanto. Lo sé por Alejandro, mi hijo pequeño, que es capaz de estar descacharrándose de risa mientras decenas de lágrimas corren por sus mejillas. Viajando en bici pasa un poco lo mismo. Durante las horas que pedaleas, es fácil que el estado de ánimo cambie con frecuencia y que la euforia de coronar un largo repecho a pleno sol venga sucedida por la frustración y la mala leche que provocan las falsas bajadas y el aire de cara… Pero bueno, no adelantemos acontecimientos.

El día empieza un poco como todos, con la sensación de no haber podido descansar del todo bien por el calor. Además, en el albergue no había nada razonable para utilizar como almohada y, sin un lugar para apoyar la cabeza, dormir ha sido aún una tarea más ingrata. Esta desazón matutina se completa con unas ligeras molestias de estómago que me impiden desayunar como me habría gustado y que me invitan a encarar el día con enorme prudencia.

"You better stop this situation,
'cause we don´t need more questions.
I think it´s better if we leave it cause you're wrong,
I didn't do what you are thinking".

Como tantas veces, estos miedos iniciales se disipan rápido. Primero, porque al aire libre sopla aún un viento ligero, fresco y agradable. Y segundo, porque casi sin darme cuenta, ya estoy encarando una larga subida que me invita a concentrarme en el pedaleo. Además, comienza a amanecer a mi derecha y es imposible no sentirse afortunado por encontrarse en mitad de ninguna parte en el momento preciso.

A Escamilla, con la calma

Durante el ascenso hasta Escamilla, un zorro cruza por delante de mí a escasos 100 metros. No será el único animal que vea durante la jornada, ya que, para seguir con la racha, hoy también tendré la oportunidad de observar un gamo/corzo/ciervo (no soy capaz de distinguirlos, la verdad). Han aparecido fugazmente en días anteriores y ya comienzo a pensar en si es posible que, camino de Madrid, vea alguno más y logre el pleno.

Alcanzada su parte más alta, la carretera emprende un vertiginoso descenso hasta Pareja. Allí, decido dar una vuelta a su dique, un pequeño embalse que a estas horas emite unos brillos y contrastes fascinantes que contribuyen a disparar mi ánimo. Tanto me ensimismo que me pongo a dar una vuelta por el carril bici que lo rodea sin darme cuenta de que no tiene salida y de que me tocará hacer el giro completo para salir por donde había entrado.

Dique de Pareja. Normal que uno se quede ensimismado

"How many times you asked for patience but I know
that you knew my intentions.
But now is everything so easy, it's a matter of fact
that I fell in love so quickly".

Desde ese punto, circularé por uno de los pocos tramos de Nacional de todo el viaje. Es un trayecto corto y, ese día y a esa hora, el tráfico es escaso. Además, gracias a él, alcanzaré con rapidez el Embalse de Entrepeñas y me sumiré en una zona que, aunque ya conocía de una ruta anterior, me resultó aún más atractiva.

Tiene que llover...

En busca del bocadillo

Nada más cruzar el viaducto sobre el pantano, que se encuentra en obras, surge a la izquierda una deliciosa carretera que, en marcado ascenso, me conducirá hasta Alocén. Las vistas sobre el embalse y todo el entorno ganan vistosidad a medida que se coge altura y acaban dando sentido al esfuerzo realizado. Además, para que nos vamos a engañar, voy ya pensando en ese bocata que me voy a comer una vez he logrado asentar el estómago.

Excelentes vistas y bocata a la vista...

¿Se imaginan lo que va a ocurrir? Sí, justo, el bar está cerrado. Pregunto a un par de personas que acaban de llegar también a la zona y me dicen que no creen que tarde mucho en abrir… Dudo entre esperar o seguir, pero viendo que no tengo muchas alternativas, opto por tirar de paciencia. Media hora más tarde, me siento al fin en su terraza a degustar el ansiado desayuno. No siempre el que espera, desespera…

"No matter how, I feel so fine.
Your face is pictured up in the sky, up in the sky.
And clouds like cotton floating high!
No matter how, no matter why ... I´m fine!"

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Alocén

Con el hambre saciado y el ánimo de nuevo renovado, me dirijo hacia la Ermita del Madroñal. Lástima que el embalse esté tan bajito de agua, porque el conjunto que forma el edificio con el fondo es de auténtica postal. Por un momento, había llegado a dudar de si merecía la pena desviarse por aquí, pero queda claro que acerté.

Ermita del Madroñal. Otro rincón para el recuerdo

Desde allí, un camino de tierra me llevará de nuevo hasta las cercanías del pantano. En su parte ascendente, la pista mantiene un firme estable, pero en cuanto se inclina hacia abajo, las piedras y las raíces cobran fuerza y convierten este descenso en el tramo más técnico de toda la ruta. Bajo lento, lento, pero lento, lento. Ni quiero caerme ni romper nada de la bici. Aún así, la pendiente es tan pronunciada en algunos giros que acabó llegando a la carretera con las manos cansadas de tanto frenar.

Despacito y sin romper nada...

Superado un túnel y un pequeño viaducto, me desvió a la derecha para reencontrarme con el Tajo. La descarnada vía se cuela entre las rocas y dibuja un descenso sombrío y absolutamente gozoso. Al finalizar la bajada, me detengo justo en el puente que cruza el río y constato que la etapa me está gustando mucho más de lo que esperaba.

Agachando la cabeza

"You should know that now if you can't see me
is just because you have to have faith in the way I'm dreaming.
You just have to look up for me in between some clouds,
to feel me and know I'm overseen".

Y a partir de aquí, el infierno..

Paraíso e infierno están más cerca de lo que parece

Pero todo cambia en un segundo. Es ponerme a pedalear, salir de la sombra y certificar que ya está Lorenzo dando mazazos a diestro y siniestro. La subida hasta Auñón resultará trituradora. No es muy larga, pero entre el sofoco y la endiablada rampa final, alcanzó el pueblo con la cabeza otra vez como una chimenea.

Sin dudarlo, busco una tienda, compro fruta y bebida y me siento a la sombra. Mientras recupero fuerzas, consulto lo que me queda de ruta. En teoría, un poco más de subida, luego una bajada corta, después un tramo largo de falso llano bastante favorable y, finalmente, un pequeño, pero duro ascenso final. Todo cierto, salvo una de ellas. ¿Adivinan cuál?

Pues sí, del supuesto tramo favorable, nada de nada. Corono la primera subida, me emocionó pensando en lo que queda, disfruto de la pequeña y rápida bajada hasta Alhóndiga y allí, tras desviarme por un camino que circula paralelo a la carretera, constato que lo que viene es más bien llano y que, para colmo, sopla un cada vez más intenso aire de cara. No pasará ni un kilómetro hasta que, cansado de pelear contra Eolo, las piedras y los minúsculos repechos que salpican el camino, aproveche un desvió a la izquierda para regresar al asfalto.

Lo que sigue son 13 kilómetros casi rectilíneos y planos con el aire de cara. Quien haya montado en bici, ya sabe de qué se trata. Quien no, que se imagine el desgaste que supondría caminar por la calle teniendo que empujar a otra persona que hace fuerza en el sentido contrario. Cuando alcanzo finalmente el desvió hacia Pastrana, solo pienso en que, a pesar de que lo que me queda es todo subida, al menos ya no tendré al enemigo invisible apurando mis fuerzas y mi paciencia.

Unas migas para compensar

Los escasos dos mil metros hasta Pastrana se me hacen durísimos. El viento me golpea lateralmente y la pendiente se mantiene constante. Me “entretengo” mirando a la cuneta y certificando que somos la especie más guarra que ha pisado la tierra. Latas, papeles y un montón de ejemplares de la revista Pronto dan “color” al entorno. Lamentable.

Pero sí, es llegar al pueblo y desatarse la euforia. Primero, por el reto superado y, segundo, por constatar que tengo aire acondicionado en la habitación del hostal. La recepcionista, que amablemente me había acompañado, sonríe al ver mi cara de felicidad cuando me comenta cómo puedo ponerlo en marcha.

"No matter how, I feel so fine.
Your face is pictured up in the sky, up in the sky.
And clouds like cotton floating high!
No matter how, no matter why ... I'm fine!"

Ni que decir tiene que será, de largo, la mejor tarde de todo el viaje. De hecho, tras comer de lujo en un restaurante (espectaculares las migas) y dormir una pequeña siesta, me aventuro a salir a la calle a media tarde. Aunque ya conozco Pastrana, sé que el pueblo bien merece un paseo. Lástima que Lorenzo no opine lo mismo y me haga regresar más pronto de la cuenta. El calor es de nuevo súper intenso y sofocante y la sensación es otra vez la de que no compensa estar a cielo abierto. Eso sí, al menos regreso al hostal con una bolsa de magdalenas para la merienda.

Lo único digno de ver en esta última parte...

Tras cenar un sándwich en un bar cercano, por primera vez en toda la semana concilio el sueño con tremenda facilidad. Aunque ya empiezo a sentir que el viaje se acaba, me niego a darlo por cerrado, porque sé que queda una etapa larga por delante y porque, la verdad, me da pena que todo haya pasado tan rápido…

"No matter how, I feel so fine.
Your face is pictured up in the sky, up in the sky.
And clouds like cotton floating high!
No matter how, no matter why ... I'm fine!"

(SEXY SADIE - No matter how, I feel so fine)


ALGUNOS DATOS:

- Distancia: 86,09 km.

- Desnivel acumulado: 1.285 m.

- Velocidad media: 18,5 km./h.

- Velocidad máxima: 52,7  km./h.

- Tiempo total de pedaleo: 4h 39' 50"

- Hora de salida: 07:02 

- Hora de llegada: 13:37

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