Madrid-Toledo-Aranjuez-Madrid, una ruta "irresponsable"

“Mariana era de esas personas que cultivan las emociones pasajeras, y de las cuales no sabes si son irresponsables de ser felices o si son felices de ser irresponsables” JUAN MARSÉ – La muchacha de las bragas de oro (1978)

La madre de un amigo, cuando su hijo le comentaba que iba a ir aquí o allá o que pretendía hacer esto o lo otro, siempre le contestaba con un dramático: “¡Pero hijo, con lo tranquilitos que estamos aquí en casa!”. Me acordé de ella el sábado, mientras cargaba con la bici para salvar un trozo del camino que se había llevado por delante un arroyo enfurecido. En ese instante, mientras intentaba mantener el equilibro entre troncos y piedras, comprendí bien a esa y a todas las madres (incluida la mía). 

¡Con lo tranquilitos que estamos en casa! 

Pero cualquier aventura en bici exige un punto de irresponsabilidad. Mayor o menor. A veces, casi insignificante, despreciable; otras, tolerable, y algunas, innecesario. Para esta ruta, el medidor se instaló en la zona media alta. Tampoco es cuestión de exagerar, pero el fuerte viento dominante, la amenaza de lluvia, las últimas tormentas o un estado de forma regulero invitaban a pensar que, tal vez, no era el mejor día para pedalear 200 kilómetros por caminos.

El problema, mi problema, es que cuando se me mete una ruta en la cabeza, ya no hay vuelta atrás. Y ésta la tenía entre ceja  y ceja desde hace un par de meses. Primero, la aplacé por el calor, mi gran archienemigo; luego, por una inoportuna caída que me ha dado y me sigue dando bastante guerra, y finalmente, por las últimas borrascas… Total, que en cuanto se abrió una ventana, decidí saltar por ella.

“I was born with my hands opened
to hold on to the hope.
I used to hear my own mind talking
There´s nothing in my heart that I could throw away.
Does anybody hear my prayer?
Do I sing my song?”

El lago de la Casa de Campo, punto de partida

Poco antes de las 8, me lanzo a la calle. Mi idea es ir hasta Toledo, poner luego rumbo a Aranjuez y volver de nuevo a la capital. Salgo tranquilo, pensando que, pese a que ya corre un viento considerable y el cielo se ha teñido de color ceniza, siempre puedo pillar el Cercanías en la preciosa localidad ribereña. Porque soy optimista: “a Aranjuez, llego de sobra”.

Despacito y buena letra

Los primeros kilómetros transcurren con enorme calma. Pedaleo por zonas de sobra conocidas y me animo al comprobar que los caminos no están, por el momento, excesivamente embarrados. Atravieso la Casa de Campo, dejo atrás el entorno del Meaqués (el secarral, para los amigos), cruzo la M-50 y alcanzo Villaviciosa de Odón sin mucho que reseñar. Bueno sí, que está todo verde y brillante y que hasta estas zonas desoladas resultan ahora atractivas. La magia de la lluvia y del otoño, estación en la que viviría eternamente.

Contraste de colores a las puertas de Villaviciosa de Odón

Tenía pensado alcanzar el conocido Puente de Hierro por un pequeño tramo de sendero pegado al río Guadarrama, pero decido tirar de prudencia y bajo directamente hasta él por pista. Es una zona que se embarra con enorme facilidad y no quiero empezar con los juramentos tan pronto.

El Puente de Hierro, zona de contrastes

Superado el puente, enclavado en un lugar en el que uno no sabe si detenerse para admirar el sugerente paisaje de la derecha o salir corriendo al constatar la degradación de su margen izquierda, enfilo una pista que va a ir alternando todo tipo de terrenos durante unos 20 kilómetros. Habrá tiempo para asfalto botoso, arena compactada, gravilla, caminos con todo tipo de agujeros y baches, lodazales y, como ya comenté al principio, un par de zonas en las que poner en práctica el equilibrismo… Por eso, cuando alcanzo el tramo de carretera que me va a llevar hasta Chozas de Canales, respiro aliviado.

De camino a este pueblo toledano, toca lidiar con algunas rectas ventosas y un tímido chispeo. Son condiciones soportables, pero minan un poco la moral. Por eso, justo a la salida de la localidad, decido hacer una primera y breve parada. Quito el barro de las calas, como unos frutos secos y me animo pensando que, en realidad, no queda ya  mucho para llegar a Toledo.

En este tramo, volverán los caminos cambiantes. Habrá otra vez un poco de todo, pero comenzarán ya a destacar los arenales y las ciénagas. Por eso, al salir momentáneamente a la carretera para volver a salvar el Guadarrama por un puente, decido tirar directamente hasta Bargas por asfalto. Serán seis kilómetros sin barros ni sorpresas, pero también seis kilómetros de viento y falso llano tirando a subida pestosa… Todo en esta vida no se puede tener.

“All I want is save me, from the hell I walk alone
´cause I´ve got no answers for questions in my soul.
All I want is save me, from the hell I walk alone
´cause I´ve got no answers for questions in my soul”
.

Superado este pueblo, en el que pese al tiempo algo desapacible reina un sorprendente bullicio, me meto en una playa improvisada. Van a ser 300 metros de pies hundidos y avance lento… Me consuelo pensando que en cuanto salga del arenal y remonte una pequeña loma será todo bajada hasta Toledo.

Una bisagra, un águila y un bocadillo de tortilla

La entrada a la ciudad no es la más llamativa posible. Mira que es bonito Toledo, pero por esta zona la vista no es tan limpia como lo será a la salida. Además, hay un tráfico letal. Imposible hacer una foto a la Puerta de Bisagra sin coches o atravesar Zocodover con un mínimo de tranquilidad. Sigo sin entender como en ciudades así, no se restringe un poco el paso de vehículos a motor.

Un milagro: la Puerta de Bisagra sin casi coches

Lógicamente, paro a rendir homenaje a Federico Martín Bahamontes. Aunque entiendo el motivo, no llego a asimilar como una estatua tan bonita e icónica puede quedar encerrada entre horripilantes vallas de obra de color rosa. Además, mientras echo las pertinentes fotos, compruebo que hay mucha gente que pasa a su lado sin saber muy bien quién fue el Águila de Toledo.

Homenaje a la Pantera Rosa... digo a Bahamontes


Un globero y un Águila

Sigo adelante esquivando turistas, disfrutando por última vez de las vistas y recordando aquellos intensos meses en los que trabajé en esta ciudad a la que recordaré siempre con especial cariño. Y sí, también voy ya con ese ánimo creciente de quien sabe que va a parar a descansar y tomarse un pequeño bocadillo de tortilla de patatas que venía llamándome a gritos desde hace ya un buen rato.

Al Tajo, camino de Aranjuez

Recuperados ánimos y fuerzas, me alejo de Toledo por una pequeña zona boscosa que me encantó. Se apreciaban numerosas pistas para rodar con tranquilidad y un montón de senderos limpios y ratoneros, ideales para disfrutar con la btt. Imagino que será un lugar de referencia para los bikers toledanos.

Toledo ya queda en el horizonte

Hasta Aranjuez, transitaré mayoritariamente por el Camino Natural del Tajo. El recorrido sigue un poco la misma tónica que hasta ahora: escaso desnivel, terreno cambiante y una cierta monotonía que solo queda aparcada al enfrentarse a algún que otro arenal, superar pequeños lodazales o pedalear junto al, por momentos, llamativo Canal de las Aves.

"Volar" en el Canal de las Aves

Este sector se me acaba haciendo largo. Aunque en su parte final se transita por asfalto y se puede avanzar rápidamente, empiezo a ser víctima de una flojera mental. Ni el viento, mayoritariamente favorable, me termina de impulsar. Para colmo, el track pasa justo al lado de la estación de Cercanías. La tentación esta ahí, pero decido primero acercarme a ver la entrada del Palacio Real antes de tomar una decisión. Además, aprovecho la parada para comprarme un par de latas de Aquarius, recargar agua y comerme el otro bocadillo que me traía preparado.

El imponente Palacio Real de Aranjuez

Y en la bici, como en la vida, a veces basta  con detenerse un instante para que todo cambie. El breve descanso, la comida y la bebida y un repaso mental de lo que queda por delante levanta mi ánimo y me insta a seguir adelante. Llevo anhelado este día mucho tiempo y en realidad ni estoy cansado ni el clima es tan extremo como a mi mente le quiere parecer. De hecho, no hace nada de frío y llevo ya un buen rato con el maillot bastante abierto. Así pues, seguimos.

“And now I can´t remember
when I was just a child.
I can´t remember myself playing
and not even havin´ fun or maybe that´s why I ...
I am nothing but a man inside.
So I sing my song!”

De camino a Titulcia, recupero plenamente la confianza. Supero una primera subida con cierta facilidad y  tras un oportuno giro a derechas, el viento vuelve a soplar a favor y me empuja con ligereza hacia esta localidad madrileña. Tenía pensado hacer otra pequeña parada, pero como me noto fresco y no quiero que se me haga muy de noche, tan solo me detengo a echar un par de fotos en su coqueto Puente de Hierro y sigo adelante.

Del Guadarrama al Jarama, cruzando puentes de hierro

Desde este pueblo, mi idea era haber puesto rumbo a San Martín de la Vega para, desde allí, volver por carril bici a Madrid. El problema es que, desde hace unas semanas, hay un tramo cortado por una crecida del arroyo Culebro y aunque Koomot me ofrecía una opción para vadearlo, prefiero curarme en salud, que ya nos conocemos…

De puente a puente...

La alternativa pasa por hacer un breve tramo por carretera hasta casi Ciempozuelos y después ir enlazando caminos rumbo a Pinto. Otra vez hay un poco de todo, hasta un tramo campo a través por uno de esos descampados Made in Madrid, en los que siempre, y no falla, te vas a encontrar restos de algún coche robado… digo abandonado. Aunque pica hacia arriba casi todo el rato, sigo avanzando con un ritmo alegre y una melodía en mi cabeza. Mi plan de alcanzar el tramo final de carril bici de día se va a cumplir y eso me anima un montón, hasta el punto de dejar en casi una anécdota el ya constante dolor de hombro derecho y parte alta de la espalda que, desde la caída, se hace patente cada vez que paso un tiempo largo sobre la bici.

La parte final, ya con las luces encendidas, no tendrá mucha historia. El paisaje… en fin, es lo que hay. Vivo en un gran ciudad y bastante que puedo entrar y salir de ella por zonas amables. De hecho, es un privilegio poder llegar a casa sin tener que sortear coches. Madrid Río es un caos, pero pedaleando con calma y mil ojos se avanza sin problemas.

Y sí, otra vez el Puente del Rey como fin de la aventura. Aquí acaba otra ruta para el recuerdo. Estoy cansado, pero feliz, con el depósito de moral de nuevo cargado. En casa habría estado más tranquilito, de eso no hay duda, pero no habría sido tan feliz. La locura de la bici, mi locura… Bendita locura.

Pues ya hemos llegado..

“All I want is save me, from the hell I walk alone
´cause I´ve got no answers for questions in my soul
All I want is save me, from the hell I walk alone
´cause I´ve got no answers for questions in my soul”.

                                                           (SEXY SADIE – Questions)

(¡Vaya chapa he metido! Dejó para otro día lo de los análisis de recorrido y material…)

ALGUNOS DATOS

- Distancia: 200,92 km.

- Desnivel acumulado: 1.450 m.

- Velocidad media: 21 km/h

- Velocidad máxima: 60,3 km/h

- Tiempo total de pedaleo: 9h 35' 12"

- Hora de salida: 07:55 

- Hora de llegada: 18:30




Comentarios

  1. Te voy a decir un par de cositas, más bien cuatro, guapito de cara:

    1) ¡Viva er Secarral manque se tiña de verde!
    2) Las vallas de la estatua de Bahamontes no te joden por ellas mismas, es culpa de tu subconsciente que te hace ver y recordar cual es la mejor gran vuelta ¡Viva el Giro d'Italia! 🩷
    3) Lo del hombro no es por la embestida del vasco, se llama edad, abuelete!!!
    4) Ya vas en plan YouTuber y dejas para otro 'video' el material y demás con la excusa de no alargarte.

    PD: a ver si preparas algún plan btt-ero 😉
    PD2: ¡Ah! Gran entrada y ruta 😉😉

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    Respuestas
    1. ¡Cómo me gustan tus comentarios! No es porque sean los únicos, eh... jejejeje.

      Cuando quieras, ya sabes que organizamos alguna ruta con la btt. Yo no hago ascos a ninguna bici 😜

      ¡Gracias!

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