Una ruta de ida y vuelta: El clásico análisis del recorrido y los materiales
Vamos con el tan esperado (o no) sesudo (o no) análisis de
recorrido, equipaje, material y demás de esta pequeña ruta.
EL RECORRIDO
Escogí esta ruta por descarte. Mi idea era haber aprovechado
el puente de diciembre para una escapada de tres días, pero finalmente tuve que
variar mis planes. En primer lugar, por el clima, ya que algunas de las zonas a
las que tenía pensado ir no alcanzaban los mínimos razonables para disfrutar. Y
en segundo, porque los lugares donde más o menos me aseguraba un tiempo entre bueno
y muy bueno para esta época me quedaban francamente a desmano. Pensé, de hecho,
en ir a Murcia, pero eso implicaba perder la tarde del día anterior para un
desplazamiento largo y, lo más odioso de todo, regresar a Madrid el domingo a
última hora embutido en un atasco que, dadas las fechas, se antojaba kilométrico.
Valoradas todas las opciones, consideré que la mejor opción
era salir desde “casa” y reducir el viaje a dos días largos, bien aprovechados.
Ya que iba a partir de Colmenarejo, localidad situada hacia el noroeste de la
Comunidad de Madrid, mi primer impulso fue escoger Ávila como punto de destino,
pero eso implicaba un recorrido más montañero y más expuesto al viento augurado
para el viernes y a las posibles lluvias de la mañana del sábado. Además, como
es una ruta que perfectamente puedo hacer en otro momento más propicio, me
acabé decantando por Talavera de la Reina, porque la previsión meteorológica
era mejor, la ruta me permitía recorrer zonas un tanto desconocidas y porque
allí localicé un hostal para pasar la noche a un precio razonable.
Camino de Pelahustán, más gravilla que asfalto. Delicioso. |
Pelahustán. Un enclave idílico |
Al trazado de la ida, le daría un notable alto. Una combinación
justa de arena y asfalto. Solo el
tedioso tramo de carretera entre San Román de los Montes y Talavera le
deja sin la nota más alta. Seguro que hay alternativas, pero como la ruta ya
era larga y el día, en esta época, corto, decidí no investigar más de la cuenta
y tirar por lo seguro. Los divertidos caminos pasados Valdemorillo, las vistas
desde el Almojón, la autopista gravelera entre Robledo de Chavela y el pantano
de San Juan, la subida a La Granjilla, el singular paisaje de la zona de
Cadalso de los Vidrios y Cenicientos, la carretera olvidada a su suerte camino
de Pelahustán, la pequeña incursión por la Sierra de San Vicente o la serpenteante
pista que desemboca en Castillo de Bayuela me llenaron cuerpo y alma.
Pistas entre cultivos pasado Cazalegas |
Iglesia de Nuestra Señora de la Estrella (Navalagamella) |
Sobre el de la vuelta, difícil extraer conclusiones. De
entrada, ya sabía que visualmente no iba a ser tan atractivo, pero entre la
niebla, la fina lluvia y la modificación obligada por el barro acumulado en
muchas zonas, la realidad es que tampoco pude disfrutar demasiado del entorno. Lógicamente,
si volviese realizar la ruta, tiraría por el trazado original y así me evitaría
el pestoso tramo de N-403 o las infumables rectas entre Villa del Prado y Aldea
del Fresno. Por si a alguien le interesa, dejó por aquí el enlace al track que
diseñé en Koomot.
Al final, la ruta de ida y vuelta arrojó estos números:
- - Kilómetros totales: 249,1 km.
- - Desnivel acumulado: 3.363 m.
- - Tiempo total de pedaleo: 12h 42’ 59”
- - Velocidad media: 19,6 km./h.
- - Velocidad máxima: 59,8 km./h. (primer día)
EL EQUIPAJE
En mi afán por ser cada vez más minimalista, aposté por
llevar lo justo. Por eso, y porque la ruta era de solo dos días, las únicas prendas
que llevé duplicadas fueron las dos que entendí podía sudar más de la cuenta: la
camiseta térmica interior y la braga para el cuello. Culote, perneras y
chaqueta de invierno llegaron en perfecto estado y me bastó con airearlas un
poco y pasarles unas toallitas para dejarlas listas. De calcetines también
repetí, puesto que aposté por cubrir las zapatillas con unos botines y así me
garanticé que llegasen secos. Además, en el peor de los casos, siempre podía
tirar de los que me había llevado como parte de una ropa de calle que, además, incluyó
camiseta de manga larga, pantalón largo, calzoncillos, zapatillas y un plumas
de esos que se comprimen y no ocupan nada. Al reducir la cantidad de ropa, pude
meter bastantes más cosas en la bolsa trasera y prescindir de la que va en el
cuadro.
La clásica foto del equipaje (faltan los botes) |
Para este viaje me decidí a estrenar una bolsa pequeña de
manillar que compré por internet a un precio irrisorio (poco más de 10 euros). En
ella metí todo lo relativo a la alimentación: barritas, geles, frutos secos y
los bocadillos y la fruta para la comida de cada día. Además, como quedaba
hueco más que de sobra pude utilizarla para meter alguna cosilla más y
distribuir mejor la carga. Como idea, genial, para repetir de cara a futuros
viajes. Eso sí, la bolsa en cuestión tiene dos carencias: primera, las dos
correas para sujetarla al manillar son escasas y endebles, por lo que me vi
obligado a asegurarla con otras dos que ya tenía, y segunda, no es cien por
cien impermeable, ya que la finísima lluvia del segundo día logró filtrarse por
la zona de la cremallera y humedecer todo lo que estaba justo debajo. Por el
momento, voy a seguir tirando de ella, pero ya sé que si existe posibilidad de
lluvia, habrá que llevarlo todo metido en bolsas de plástico.
Lo barato sale caro... |
Lo que sigue siendo un total acierto es el bote con las
herramientas en la parte baja del cuadro. Crucé arroyos, pedaleé sobre barro, recibí
salpicaduras de todo tipo y todo llegó seco y en perfectas condiciones.
Te he dicho ya lo mucho que te quiero... |
LA BICI
Sobre la bici, poco que decir ya. Bueno sí, que cada vez
estoy más contento de habérmela comprado. Igual me animo en el futuro a
escribir alguna entrada específica, pero de momento aprovecho esta ocasión para
destacar su tremenda versatilidad y comodidad. Estas bicis de gravel para
muchos no serán más que una moda pasajera, pero en mi caso, ha llegado para quedarse
e, intuyo, terminar siendo la que más utilice… Bueno, ya hablaremos de ello.
COMIDA Y ALOJAMIENTO
Empeñado en ser cada vez más autosuficiente, aposté por
salir cada día con la cantidad de comida necesaria para llegar al destino.
Luego siempre uno puede tener un antojo o encontrar una terracita idónea para
parar, pero me da mucha tranquilidad saber que puedo detenerme cuando me
dé la gana y no tener que andar buscando tiendas o bares. Además, a mí me gusta
reservarme para la cena, la comida del día que más disfruto en estos viajes,
con la sensación del deber cumplido, la cabeza enredada en los recuerdos de lo
vivido y la idea de rellenar con ganas los depósitos para el día siguiente.
Si, como fue el caso, el punto de destino es un lugar con
oferta más que de sobra, el placer es aún mayor, ya que puedes elegir tipo de
comida y hasta encontrar locales en los que ofrecen productos sin gluten. En
Talavera, escogí el Bendita Burguer y fue un acierto. La hamburguesa y la tarta
de queso que me comí estaban buenísimas. No fue barato, pero ya había ahorrado
suficiente durante el día.
No todo va a ser dar pedales |
Lo que sí resultó bastante económico fue el alojamiento, el Santa Rita B&B. Un hostal curioso, con baño y cocina para compartir, pero con habitaciones individuales muy cómodas en las que gracias a la pequeña nevera, los productos de cortesía, la cafetera y una mínima compra realizada la tarde anterior me pude preparar un buen desayuno. Aunque es cierto que hay zonas que necesitan una reforma, todo estaba muy limpio. Por 32 euros, creo que fue un acierto.
Y poco más que contar. Si alguien quiere saber algo más, que
no dude en preguntar. Nos vemos pronto. ¡Ojalá!
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