Entre el Cabriel y el Júcar (Día 3): Alborea - Graja de Iniesta

En principio, no tenía pensado publicar una crónica sobre lo ocurrido en esta etapa, ya que no tengo mucho que contar y apenas hice una foto… Sin embargo, con el paso de los días, me he ido convenciendo de que podría resultar interesante relatar lo que ocurre cuando las cosas no salen como uno esperaba. Va a ser una entrada corta y atípica, sin fotos, pero estoy convencido de que me servirá para valorar más futuras experiencias.

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La historia se repite. Concilio el sueño con rapidez, víctima de un cansancio extremo, pero, a una hora indeterminada de la noche, me despierto otra vez con un punzante dolor de estómago. Esta vez, ni las reiteradas visitas al baño lograrán aliviarme.

Agotado y, sobre todo, desanimado, tomo ya la decisión de volver hasta Graja de Iniesta lo antes posible. Me olvido del track diseñado y preparo una ruta lo más directa posible. No tengo cuerpo para esfuerzos. En realidad, no tengo cuerpo para nada.

En cuanto intuyo cierta tregua estomacal, empaqueto todo con celeridad, me pongo toda la ropa de bici que llevo encima y salgo a la calle. No es que haga frío, pero estoy tan destemplado que ni la suma de camiseta interior de manga corta, maillot, manguitos, chaleco y chubasquero logra evitar una cierta tiritera. De hecho, al poco de arrancar, pararé un instante para ponerme una braga y unos guantes finos largos que había metido en las bolsas por pura casualidad.

Aprovechando que apenas hay desnivel y que la carretera dibuja largas rectas, agacho la cabeza y activo el modo autómata. Hoy no encuentro fuerzas ni para evocar alguna cita literaria ni tararear ninguna canción. Pedaleo con la mente en blanco y la cabeza agachada. Nada. Vacío.

Es lo que hay...

En El Herrumblar, me detengo un instante a consultar lo que queda y mi mente se reactiva tímidamente para recordarme que por un momento llegué a valorar la posibilidad de que esta pequeña localidad fuese el principio y fin de esta ruta. Gracias por nada, cerebro.

A partir de aquí, el terreno se ondula levemente y convierte cada mínimo repecho en un castigo. Atajo (o lo que sea) por los pueblos para esquivar la monotonía que ofrece la CM-3201 y a la salida de Villarta hasta me ánimo a tirar una foto al aire. Por puro compromiso.

Sin fuerzas y sin ganas, alcanzo Minglanilla con un semblante muy distinto al del primer día. Por entonces, ya intuía que algo no iba bien, pero al menos tenía ilusión. Hoy, esquivo la localidad a la mayor velocidad posible, que es poca, y encaro la última subida. Sufro. Es lo que hay.

Superado el último repecho, alcanzo a ver mi destino y allí, resplandeciente en mitad de la nada, surge mi coche. Cuanto me alegro de haberme decantado por ese color rojo. Pongo pie a tierra, cargo todo en el vehículo lo más rápido que puedo y me desplomo sobre el asiento del conductor. Acierto a comer un plátano -el primer bocado de todo el día-, cambio cuatro mensajes con la familia y arranco de vuelta a casa. Sorprendentemente, el viaje de regreso se me hará infinitamente más corto. Es lo que tiene no pensar. Nada. Vacío.

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Con el paso de los días, la experiencia vivida ha dado pie a diversas valoraciones que considero interesantes (al menos para mí), así que ya hablaré de ellas cuando haga el clásico análisis de la ruta. Mientras tanto, solo me queda daros las gracias por estar ahí, al otro lado de la pantalla.

ALGUNOS DATOS

- Distancia: 47,94 km.

- Desnivel acumulado: 365 m.

- Velocidad media: 20,4 km/h

- Velocidad máxima: 42,7 km/h

- Tiempo total de pedaleo: 2h 20' 47"

- Hora de salida: 07:33 

- Hora de llegada: 10:02