Madrid - Cercedilla - Segovia: una ruta de probaturas

"El riesgo tiene una ventaja evolutiva: conseguimos beneficios que nunca habríamos alcanzado si nos hubiéramos quedado a salvo en el refugio. Como especie, no hubiésemos llegado muy lejos sin el placer de arriesgar". ANDER IZAGUIRRE - Vuelta al país de Elkano (2022)

La zona de confort es, según leo por aquí, “un estado psicológico en el que nos sentimos cómodos, sin miedo o inseguridades que puedan afectar a nuestro estado mental”. La mía siempre ha sido enorme. Por razones que no vienen al cuento, habitualmente me ha costado muchísimo emprender viajes hacia lo desconocido, hacia ese lugar en el que es imposible tenerlo todo controlado. Ni que decir tiene que la sordera ha ampliado esa zona hasta convertirla en un inmenso océano…

-              -¿Pero dónde vas a ir, si no oyes nada?”-, me repiten constantemente esas miserables voces que se esconden en lo más oscuro del cerebro.

Por este motivo, tenía enormes ganas de derribar uno de esos muros que yo mismo me he afanado por levantar delante de mis narices.

-              -Bien, viajar en bici, vale; pero qué es eso de no dormir en una cama, de acampar, ¿pero tú estás loco? ¡Qué eres sordo!, cuántas veces te lo tengo que repetir…”-, insisten.

Aunque la labor no ha hecho más que empezar, el viernes 24 de abril mayo (gracias Rubén, no sé ni en qué día vivo) di el primer paso. Al mediodía, tras otra soporífera jornada laboral, me subo a la bici que ya tenía preparada desde el día de antes y pongo a rumbo a Cercedilla. La idea es llegar a esta localidad serrana a última hora de la tarde y montar un pseudo campamento en una casa que algún día, espero que antes de 2080, esté al fin reformada. No tiene aún baño ni cocina, así que es lo más parecido a un refugio que puedo encontrar. Sí, ya sé que no es lo mismo, que en los refugios hay otros condicionantes, pero para empezar, viniendo de donde vengo, me pareció un lugar más que oportuno.

Listo para partir

"Never heard from you "I'm doing fine".
You get depressed or you are on cloud nine.
You look tasty or a sorry sight.
Shine your light oh oh oh oh oh."

Del trayecto hasta el siempre bullicioso municipio madrileño, poco que contar. Dado que el objetivo de esta ruta es muy distinto al de otras veces, opto por ganar tiempo y rodar por el tan insulso como eficaz carril bici que une Madrid con Colmenar Viejo. Una vez allí, ya sí, me despido del asfalto al segundo intento, ya que en el primero, me veo obligado a dar marcha atrás por un corte de camino que, al menos, estaba perfectamente anunciado en un cartel.

Carril sopor, rumbo a Colmenar Viejo

Desde el Puente del Batán, encaro un  tramo de pista prácticamente recto que va ganando altitud poco a poco y que solo se libra del calificativo de infumable por circular, digamos, paralelo a mi querida Sierra de Guadarrama. Casi a la altura de un curioso depósito de la conducción Santillana-Villalba, en vez de girar hacia la derecha, rumbo a Manzanares el Real, decido seguir de frente y dejar a un lado el que sería clásico recorrido para llegar hasta Cercedilla, siguiendo las huellas del Camino de Santiago. Como ya he dicho, hoy es día de abreviar, y poniendo directamente rumbo a Cerceda  algo de tiempo, en teoría, se gana.

El Puente del Batán, nos metemos en arena

"Never heard you singing on my mind.
Never heard you humming a melodic catchy line.
You just give me one thing back.
So shine your light oh oh oh oh."

Enlazando vías pecuarias, caminos entre urbanizaciones y algún breve tramo por carretera, alcanzo al fin el tramo más bonito de la ruta: el senderito  juguetón que sube paralelo a la M-607 y que, salvo en su tramo final, en el que hay que abrir una puerta y subir un alto escalón, es ciclable hasta para una bici de gravel cargada. Por cierto, en este sector ya constato que circular con más peso en el manillar -debido a la bolsa delantera en la que he cargado saco, esterilla y almohada- requiere algo de pericia, porque la bici tiende a vencerse en cuanto giras la dirección.

El vadeo de arroyos, que nunca falte

Ratoneando, disfrutando...

Disfrutado este segmento, alcanzo la carretera, supero una última y dura subida por asfalto y me dejo caer hasta Cercedilla con tiempo más que de sobra para comprarme algo de cena y preparar todo con calma. Primer objetivo cumplido.

"Do it, do it, put yourself in my place.
Do it, do it, do it."

Acampando, que es gerundio

Sin mucha destreza, pero con una tan absurda como enorme ilusión, me aseo aprovechando una manguera con agua que hay en la jungla de cardos que algún día será jardín, dejo preparada la cama y degusto el “exquisito” menú que me he preparado para la cena: gazpacho, ensalada ‘mar y montaña’, plátano y yogur. Ni tan mal.

Mi primer campamento "chispas"

¡A cenar!

Entre unas cosas y otras, se me hacen las diez de la noche, así que echo el cierre a las ventanas, me tumbo, hago sueño mirando un poco el móvil  y en cuanto me descuido, y contra todo pronóstico, me quedo dormido. Un triunfo, teniendo en cuenta que, últimamente, me cuesta un mundo conciliar el sueño.

Lógicamente, durante la noche, me despierto varias veces en busca de una posición más cómoda que, con la dichosa almohada inflable, resulta complicada de encontrar. Eso sí, ni frio ni temor alguno. Lo primero, por una sabia elección de ropa (camiseta y mallas térmicas, calcetines y pañuelo en la cabeza). Lo  segundo, pues, efectivamente, porque soy sordo y “muerto el perro, se acabó la rabia”. No diré que sea algo positivo, porque la sordera no se la deseo ni a mi peor enemigo, pero sí que al no oír ruido alguno cuando me quito el audífono, esa preocupación desaparece. Es decir, qué pase lo que tenga que pasar, que no me voy a enterar…

"I can see it in you eyes.
You are different and you know it right.
Any given Sunday, any time.
Shine your light."

Sobre las 7 de la mañana, abro ya definitivamente los ojos y me congratulo al comprobar que todo ha sido mucho más sencillo de lo esperado. Remoloneo un poco y, sin prisa, pero sin pausa, me pongo en pie, recojo el campamento (tarea que me llevó más tiempo del deseado por pura falta de experiencia) y me encamino hacia una cafetería en la que ya sé que tienen pan sin gluten.

Tras degustar con placer y tranquilidad unas tostadas y un café por apenas 2,80 € y hacer una foto a la estatua del gran Paco Fernández Ochoa, reemprendo la marcha. Mi idea inicial era haber regresado a Madrid, pero como la familia se ha desplazado a Segovia, aprovecho para trazar un recorrido mucho más apetecible y establecer como punto y final de esta pequeña aventura a mi querida ciudad castellana.

Posando con Paquito

"If I didn't love you as much as I do.
Don't know what I would do 'cause I've never not loved you you.
You just give me one thing back.
So shine your light oh oh oh oh."

Aunque más corto, el trayecto hasta Segovia implica una primera subida de unos 14 kilómetros, los correspondientes al Puerto de la Fuenfría: un paso de montaña cargado de historia y uno de esos lugares en los que he forjado mi amor por la bici y la naturaleza. De chaval, de hecho, solía coger muchas veces el tren hasta Cercedilla para luego volver a Segovia realizando esta subida que, por entonces, se me quería parecer al mismísimo Tourmalet.

Recuerdos, emociones y reencuentros

Hasta Las Dehesas, aunque hay que superar un par de zonas duras, lo más  pesado es soportar el trasiego de “sabaderos” que pretenden llegar con su coche hasta el último milímetro transitable. Afortunadamente, a partir de allí, una barrera impide el paso de motorizados y deja vía libre a quienes tratamos de avanzar dejando la menor huella posible.

A partir de aquí, ni un solo coche. Qué delicia

Desde ese punto, la subida se interna ya definitivamente en el bosque y dibuja un recorrido que, pese a la cantidad de gente que habitualmente transita por allí, a mí siempre me emociona. El viento es fresco, huele a pino y la bici avanza con soltura. Además, en la parte final, se abren algunos claros que permiten disfrutar del valle en todo su esplendor. Hay otras montañas más altas y, seguramente, más bonitas, pero estas son las mías. Aquí siempre he sido yo, sin filtros, y aquí hoy y ahora, pese a todo, aún sigo siendo yo.

Mil veces pasaré y mil veces me seguiré emocionando

"Do it, do it, put yourself in my place.
Do it, do it, do it."

Tras echar un par de fotos desde el Mirador de la Reina y coronar el puerto, encaro la bajada. A diferencia de la madrileña, la vertiente segoviana es, en sus primeros kilómetros, un pedregal. Sin suspensión y con la bici cargada, bajo lento, mucho, tratando de evitar un llantazo y recordando aquella vez en la que, cuando con mi primera btt, un hierro sin amortiguación, pinché por aquí dos veces, me quedé sin repuesto y tuve que patear un buen tramo hasta un lugar en el que vino a recogerme mi padre.

Mis montañas... (Vistas desde el Mirador de la Reina)

En pleno ejercicio  de equilibrismo soy adelantado por dos ciclistas que llevan una montura más adecuada. El segundo, de repente, echa la vista atrás al rebasarme y grita: “ Juan Carlos”. “Ramón”, contesto yo. Casualidades de la vida, en mitad de aquel lugar cargado de recuerdos me reencuentro con un viejo amigo con el que comparto unos breves minutos de charla que multiplicarán el valor simbólico de la ruta.

"Do it, do it, put yourself in my place.
Do it, do it, do it."

Concluida la penitencia del empedrado, paso de largo por la Fuente de la Reina y disfruto de la pista que, en un periquete, me dejará en Valsaín. Antes de llegar a esta localidad, decido que voy a alargar un poco la ruta y que en vez de tirar directamente a casa, voy a dar un breve rodeo para sacar el máximo partido a una mañana esplendida.

Llegando a Valsaín. Mañanaza

Y así, disfrutando y haciendo balance, dejo atrás La Granja de San Ildefonso y Torrecaballeros y encaro un último y breve tramo de Nacional. Y aunque es, de largo, el sector  más insulso de la ruta, es justo aquí cuando se disparan las emociones y me congratulo de haber dado el primer paso para ampliar mi zona de confort. Queda mucho por picar, pero el muro ya ha comenzado a resquebrajarse. Y si la salud lo permite, seguiremos dándole a la maza hasta que caiga definitivamente.

Pues ya hemos llegado...

"Do it, do it, put yourself in my place.
Do it, do it, do it."

(THE SUNDAY DRIVERS -  Do it)

[En esta ocasión, no voy a escribir otra entrada hablando de recorrido  y materiales. En primer lugar, porque el trayecto no es el que habría seguido en condiciones normales. Y en segundo, porque prefiero esperar a probar mejor saco, esterilla y demás antes de dar un opinión definitiva. Todo se pedaleará]. 


ALGUNOS DATOS

- Distancia: 123,5 km. 

- Desnivel acumulado: 1.903 m.

- Velocidad media: 19,1 km/h

- Velocidad máxima: 57,5  km/h

- Tiempo total de pedaleo: 7h 05' 06"

- Hora de salida: 15:34 (viernes) 

- Hora de llegada: 12:58 (sábado)


Comentarios

  1. Tienes que hacer crónicas más largas. Las devoró en cuanto las publicas y me dejas con un mono...

    ¡Grande, Juan Carlos! Tus aventuras ahora de cicloturismo (o bikepacking), pero durante todo el año en general sobre las dos ruedas... Muy zona de confort tampoco lo son.

    PD: Mentirosillo! Que no es un yogur lo de la cena, sino pudding.

    ResponderEliminar
  2. ¡Muchas gracias! Ojalá tener más tiempo para explayarme más y hacer más crónicas de otras rutas... Pero bueno, qué te voy a contar. ;)

    Y sí, hago lo que puedo por ampliar la zona de confort, pero aún queda trecho.

    ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Popular Posts

Madrid-Toledo-Aranjuez-Madrid, una ruta "irresponsable"

Por el camino más largo, una ruta oportunista

Madrid - Guadalajara - Madrid: Análisis de recorrido y material y algunas fotos