En esta época, en la que cualquier imagen vale más que las
mil palabras que pueda escribir el ganador del Premio Nobel de Literatura,
resulta casi absurdo que un anónimo se siente delante de un teclado con la
intención de transmitir con palabras la experiencia de un viaje o una ruta en
bicicleta. No culpo a nadie. De hecho, yo soy el primero que dedico una
significativa parte de mi tiempo a visionar videos de gente que se ha adaptado
con habilidad y pericia a los tiempos modernos y que cuenta sus batallitas
ciclísticas a través de, por ejemplo, YouTube.
Y entonces, ¿por qué sigo aquí y ahora borrando las letras
de mi teclado (ya me faltan a, s, e y c…)? Por la memoria. Y ahora me explico:
Hace unas semanas, me decidí a salvar en un disco duro
externo fotos, crónicas y demás historias del blog. En él, entre las diferentes
carpetas almacenadas, llamó mi atención una que ponía Ruta del Cid. Resulta
que, ni sé cuándo, guardé por allí las fotos de mi primer gran viaje en bici en
solitario: de Burgos a Valencia, siete etapas recorriendo un trayecto que por
entonces comenzaba a ver la luz y que no tenía ni una cuarta parte de la fama o
las indicaciones de hoy en día.
Al abrir la carpeta, me lancé directamente en busca de una
foto muy concreta. Quería comprobar si un flashback que tuve en la segunda etapa de Otoño en vena
era real… Y sí, allí apareció reluciente la instantánea que confirmaba aquella
sensación de “yo ya he estado aquí antes”.
Es más, la foto que tome el pasado octubre a los pies de la Fortaleza
Califal de Gormaz (Soria) era muy similar a la que realicé 14 años antes.
Cambia la bici, y su posición, pero todo lo demás es casi idéntico. Hasta las maravillosas
sensaciones que ambas me transmiten.
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La de 2010... |
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La de 2024 |
Y por eso escribo un blog, porque hoy me habría encantado saber
exactamente cómo viví aquella aventura. Y sí, también sentir una punzadita en
el corazón y quizá echar alguna lagrimilla… Claro que me encanta cuando
alguien me dice que ha leído mis entradas o me dedica algún comentario por aquí
o en Twitter, pero al final esto lo escribo por mi memoria, para echarla una
mano, para evitar que el paso del tiempo se lleve momentos irrepetibles, de
esos que ayudan a aferrarse a la vida en tiempos oscuros. Podría hacerlo con vídeos, sí, pero no
hay nada que resista mejor al tiempo que una palabra escrita...
Y bueno, ya aprovecho la ocasión para dar las gracias a mi
buen amigo Rubén por concederme un premio y dejar alguna foto más de aquella
aventura. Qué jovenzuelo era, qué pelo tan oscuro tenía y lo bien que oía. ¡Y
qué guapa esa Merida con sus alforjas!
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Legua 0, Vivar del Cid (Burgos). Ains, qué jovenzuelo era |
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Siguiendo las huellas de El Cid |
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Ermita de San Bartolomé, cañón del Río Lobos (Soria) |
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Arco romano de Medinaceli (Soria) |
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Plaza del Torico (Teruel) |
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Vía verde de los Ojos Negros, rumbo a Valencia |
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Playa de la Malvarrosa. Vaya carita de felicidad |
😮 Qué locura! Cicloturismo con alforjas en rígida!!!! O lo que hoy viene siendo bikepacking en 'la que no debe ser nombrada'.
ResponderEliminarEn definitiva, JC, tú antes molabas!
Abrazaco.