¡Cuenca, qué preciosa eres! (Día 2): Tragacete - Cuenca

"La conciencia del viaje siempre me llega en la segunda mañana, cuando salgo de nuevo al mundo y resulta que el mundo ya es distinto". ANDER IZAGIRRE - Pirenaica (2018).

El segundo día siempre es mejor que el primero. Al menos, en mi caso -y en el de Ander Izagirre-. Aunque el cuerpo proteste un poco al sentarse de nuevo sobre el sillín, la cabeza suele encarar la jornada con una dulce sensación de ligereza. De repente, los problemas y preocupaciones del día a día parecen cosa de otra galaxia… Aquí y ahora, lo único que importa es seguir dando pedales.

"Se lo llevó la tormenta y el tiempo,
nada se pudo salvar,
sólo quedó una chispa de luz,
suspira por volver a empezar".

Salgo de Tragacete sobre las 7:30. Y lo primero que me digo es que debería haber madrugado un poco más, porque estoy en plena Serranía de Cuenca y a estas horas se está demasiado bien de corto… Me había dejado los manguitos a mano, pero ya asumo que van a volver a casa intactos.

A la espera de que Lorenzo vaya asomando la cabeza, pedaleo por una carretera en calma que va ganando altura de forma constante. Avanzo lento, saboreando esa sensación de levedad que queda en el cerebro una vez que se ha sacado toda la basura. Así sí. Así "no hay más que temer". Así claro que se puede. Es otra historia.

Carreteras solitarias que serenan el alma

"Bebe la sal y respira las llamas,
nada nos puede tocar,
pon en tu tumba que no es el final,
tu rastro no se puede borrar".

Sin casi darme cuenta, concluye la subida y, tras una corta y rápida bajada, me presento en el nacimiento del río Cuervo. Aunque hay un par de autocaravanas en el parking, avanzo por la pasarela de madera en completa soledad y disfruto de esta popular atracción turística sin nadie a mi alrededor. Admito que, tras las lluvias de las últimas semanas, me esperaba un volumen de agua más elevado y llamativo, pero esa falsa expectativa queda rápidamente compensada por la grandiosidad de tenerlo para mí solo.

Alfombra de madera para llegar al nacimiento del río Cuervo

Nacimiento solitario

Saciada mi sed de soledad, toca deshacer el camino pedaleado durante algo más de un kilómetro, justo hasta el arranque de una pista asfaltada que había dejado pasar hace unos minutos. Desde ese punto hasta la localidad de Las Majadas, la ruta va a alcanzar niveles de gozosidad pocas veces vividos. Aunque tocará superar una larga y constante subida de cerca de 12 kilómetros, también habrá extensos, revirados y placenteros tramos de bajada. Todos ellos, enmarcados en un entorno es-pec-ta-cu-lar. El recorrido se adentra en la inmensidad de unos bosques densos y húmedos en los que lo difícil será no cruzarse con algún cervatillo (yo vi dos) y en los que, la presencia humana resulta casi testimonial. Aquí y allá despuntan altas paredes rocosas y por momentos resulta muy sencillo comprender lo absolutamente insignificantes que podemos llegar a ser cuando la naturaleza se muestra tan apabullante.

Vaya carreterita...

Con sus muros de piedra...

Sus curvitas cerradas...

Y sus túneles excavados en la roca

Tras murmurar cerca de un millón de veces “¡qué bonito!”, atisbo Las Majadas, recobró la cordura y recupero las ganas de degustar ese café con leche que no he podido tomarme al tener que desayunar en la habitación del hostal. Aunque el pueblo presenta una buena cuesta, trepo por ella y, después de dar un par de vueltas por callejuelas intrincadas, localizo al fin un bar abierto en el que disfruto del cafetín junto a un perrete que me ha cogido cariño después de dedicarle unas caricias. No soy muy de canes, pero yo a ellos sí que debo gustarles, porque es habitual que se acerquen a mí...

Qué buen lugar para ser vaca

"Los días están contados,
no hay más que temer,
tan sólo seremos libres
cuando no haya más que perder".

Las Majadas, es la hora del café

Al reanudar la marcha, lo que toca es ir a echar un vistazo a Los Callejones, unas curiosas formaciones rocosas que se encuentran a la salida del pueblo. Con la idea de verlas lo más de cerca posible, hago caso al track que llevo pintado, subo por un camino empinado y pedregoso y alcanzo una zona de entrada a este espacio que… resulta inaccesible para la bici. Asqueado regreso a la pista principal y me conformo con explorar un pequeño sector en el que, al menos, se intuye el enrevesado laberinto de rocas.

Calles de piedra

Un lugar curioso que habría merecido una buena exploración

Para llegar al siguiente punto reseñable de la jornada, el mirador del Tío Cogote, toca desviarse otra vez y realizar el segundo ida y vuelta de la jornada. Aunque este tipo de variantes que implican añadir kilómetros siempre generan cierta inquietud, esta sensación se desvanece en cuanto alcanzo el lugar. La calima sigue empeñada en emborronar el horizonte, pero la panorámica resulta otra vez escandalosa. Las fotos (como la de la portada del post) ya logran llamar la atención, pero in situ impresiona una barbaridad. De momento, éxito total en los desvíos. ¿Qué pasara en el tercero, eh, DwarfCu? 😉 

Mirando entre piedras

Otra exhibición de secarral castellano...

De nuevo sobre asfalto, avanzo por otra pista sugerente en la que seré rebasado por dos uniformados. Así es como denomino yo a esos ciclistas vestidos como pinceles, que circulan a toda velocidad y que, por encima de todo, no saludan, no sea que vayan a perder unos watios por la boca… Cuando más adelante compruebo que el suelo está plagado de resto de ramas y piñas, sonrío pensando en lo que ese terreno les habrá bajado la media…

Pistas de toda clase y condición

"Ceniza de fénix, perfil de coral,
torcido, herido,
pon cada latido y celebra
que nuestra historia continuará".

Tramo anti-uniformados 👹

El ondulante tramo por el que venía circulando en los últimos tiempos desemboca en una bajada que me llevará hasta el embalse de La Toba. Al perder altura y entrar en un territorio con menos densidad arbórea, Lorenzo se desata y comienza a apretar con fuerza. Con ganas de hacer una parada en Uña, disfruto tímidamente de este tramo junto al pantano y acelero el paso en busca de la citada localidad.

Inicio de la bajada, rumbo al embalse de La Toba

El embalse de La Toba luciendo sus aguas color turquesa

Antes del descanso, me asomó a la preciosa laguna que flanquea el pueblo, tiro algunas fotos y decido aparcar la idea de rodearla por un camino. Tengo hambre y sed y hace ya un calor que no invita a demorarse más de la cuenta.

La laguna de Uña, otro rincón exquisito

Enmarcando la laguna

Aunque voy con antojo de pincho de tortilla, otra vez tocará adaptarse a lo que hay. En un bar, me dicen que no tienen y que la cocina está cerrada; en otro, entro, espero cinco minutos, lanzo varios “holas” al aire y allí no aparece nadie. Total, que vuelvo a una pequeña tienda que había visto antes, me compro bebida, unos plátanos y algo de embutido y me siento en un banco junto al monumento a los Gancheros a degustar las viandas y estirar las piernas.

Homenaje a los Gancheros, Uña.

"Los días están contados,
no hay más que temer,
tan sólo seremos libres
cuando no haya más que perder".

Tras renovar la capa de crema y cargar botes en una fuente, reemprendo la marcha rumbo al tercer y último desvío del día. Alguien, vaya usted a saber quién, me había dicho: “no se pierde mucha altura para llegar al Ventano del Diablo”, así que pese a que en el perfil se atisbaba otra cosa, me lanzo por una cuesta abajo que resulta más larga y empinada de lo que me habían prometido… Vaaale, el lugar está chulo y tiene una historia curiosa, perooooooo, ¡claro que se pierde altura! 😜 Ya en serio, esta ida y vuelta habría sido un acierto total de no haber mediado Lorenzo, porque lo que más duro me resultó fue regresar hasta el cruce bajo un sol achicharrante que me obligó a, cosa rara en mí, quitarme hasta los guantes.

El "dichoso" Ventano del Diablo

No está mal el sitio, aunque sí se pierde alturaaaaa 😝

De camino a la Ciudad Encantada, el calor me sobrepasa y convierte cada ínfima elevación del terreno en una tortura. Aunque tenía previsto pasar de largo por un recinto que ya conozco y al que no se puede acceder en bici, aprovecho la presencia del clásico chiringuito de recuerdos y bebidas en la puerta para comprarme un Aquarius bien frio, sentarme en un banco a la sombra, dar cuenta del último plátano que me queda y recuperar las energías necesarias para rematar la aventura.


Fustigado por Lorenzo, rumbo a la Ciudad Encantada

"Los días están contados,
no hay más que temer,
tan sólo seremos libres
cuando no haya más que perder,
si no hay nada más que perder,
si no hay nada más que perder..."

Bonitas vistas, pese a todo

De vuelta a los pedales, y con el claro objetivo de guardar el máximo de fuerzas para la última subida, me dejo caer hasta orillas del Júcar por un tramo en el que, al finalizar la parte con más pendiente, el viento sopla con fuerza y de forma frontal y me obliga a esforzarme más de lo deseado. Para colmo, de cuando en cuando, despunta de nuevo algún claj y algún cloj, síntoma inequívoco de que el eje pedalier quiere también su ratito de protagonismo antes del fin de la etapa.

A orillas del Júcar, a ritmo de claj

Con la idea de entrar por la parte alta del casco antiguo, subo hasta Cuenca por el Camino San Isidro. Voy ya atufado por el implacable calor, pero entre que paro a echar un vistazo en un par de miradores y me veo obligado a detenerme para conectar el GPS a la power bank, digiero el ascenso con cierta solvencia y alcanzo, al fin, la zona urbana.

Si hay que parar, se para

Mirando a Cuenca...

Tras realizar la última foto junto a la bellísima catedral, me planteo la posibilidad de comer algo en alguna de las terrazas de la zona, pero llevo tanto calor encima que ante la idea de tener que luego cargar todo en el coche con el sol todavía dando más la lata, apuesto por alterar el orden. El problema es que, entre unas cosas y otras, el tiempo se me echa encima y en el par de restaurantes que pregunto después me dicen que la cocina está ya cerrada.  Ya que tampoco tengo un hambre excesivo, me pongo en marcha rumbo a Madrid y distraigo el estómago rememorando otra aventura para el recuerdo y planeando ya las muchas que espero y deseo puedan llegar en el futuro.  Y por cierto, al llegar a casa, acabo realizando una comi-merienda en la que no faltará mi plato favorito del verano, el salmorejo de mi madre. Ni tan mal.

Catedral de Santa María y San Julián. Coqueta y bellísima

"Se lo llevó la tormenta y el tiempo,
nada se pudo salvar,
sólo quedó una chispa de luz
y es hora de volver a empezar".

(Vetusta morla - Saharabbey road)

ALGUNOS DATOS

- Distancia: 126,48 km.

- Desnivel acumulado: 2.184 m.

- Velocidad media: 19,2 km/h

- Velocidad máxima: 57,2  km/h

- Tiempo total de pedaleo: 6h 35' 27"

- Hora de salida: 07:30  

- Hora de llegada: 15:34







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