Viñas y cuestas (Día 2): Sansol - Pamplona

“Las cosas son como son, o mejor dicho, como nos las han dejado”.  JUAN MARSÉ - Encerrados con un solo juguete (1960).

Sansol es una pequeña localidad de Navarra en la que apenas aparecen censados 89 habitantes. Sin embargo, se puede asegurar sin atisbo de duda que, durante gran parte del año, son cientos y cientos los seres humanos que se desplazan por sus calles a diario… No es un milagro ni una ilusión óptica es, simplemente, el resultado de encontrarse en pleno recorrido del Camino de Santiago Francés.

Gracias a ello, pude pasar la noche en un albergue tan peculiar como cómodo (ya hablaremos de ello a su debido tiempo) y emprender la marcha temprano, ya que los caminantes necesitan madrugar lo máximo posible para quitarse de encima las horas más calurosas del día y no hacen prisioneros a la hora de poner el despertador.

Coleccionando amaneceres, a la salida de Sansol

Ya que yo parto en justo dirección contraria a la que indican las archiconocidas flechas amarillas, durante los primeros kilómetros, navego completamente a contracorriente. Hasta Los Arcos, me canso de saludar y desear buen camino a las numerosísimas personas que, paso a paso, se afanan por alcanzar el Obradoiro. Precisamente eso, lo multitudinario del trayecto, provoca que sienta algo más que reparo por recorrer esta ruta tan popular. Creo que ya lo comenté por aquí alguna vez: mi idea de viajar en bici va asociada a la de calma, tranquilidad y una cierta dosis de soledad, sustantivos que cuesta encontrar entre tanto peregrino.

Asoma Lorenzo, aunque hoy el que mandará será Eolo

"Nada crece a la sombra,
del recuerdo de mi mente.
Nadie cree en nuestra historia,
nadie habla, nadie entiende. no...no...
El presente es ayer...no sé...
Y nos toca perder...no sé.."

Tras echar una foto a la interesante iglesia de Santa María de los Arcos, rodar por algunas de sus calles y saludar a otro puñado de caminantes, cambio de rumbo y me reencuentro con el sosiego anhelado. Además, en la distancia, comienzo a observar el primer gran objetivo del día, la Basílica de San Gregorio Ostiense. Además, de por su sonoro nombre, este lugar había llamado  mi atención por su llamativa apariencia y el hecho de encontrarse enclavado en un lugar con, en teoría, buenas vistas.

Iglesia de Santa María de Los Arcos
La Basílica de San Gregorio Ostiense ya despunta en el horizonte

Aunque para llegar al templo toca superar un importante desnivel, mis piernas no acusan el esfuerzo y, con más agilidad de la esperada, me presentó sin sudar demasiado ante este singular edificio barroco que esconde una curiosa leyenda: “San Gregorio, cardenal y obispo de Ostia, ordenó que tras su muerte cargaran su féretro sobre una mula y allá donde parara fuera enterrado. Así, cuenta la leyenda que, tras su fallecimiento en Logroño el 9 de mayo de 1044, el animal recorrió campos y cruzó ríos hasta derrumbarse de agotamiento en la cima del monte Piñalba, ubicación en la que hoy se emplaza la basílica”.

Allí arriba fue a parar la mula...

Basílica de San Gregorio Ostiense. Detalle de su barroca portada

De nuevo en marcha, me dejo caer hasta la localidad de Sorlada, donde ya constato que los peregrinos no serán los únicos que vayan en mi contra a lo largo de la jornada. Eolo también quiere su cuota de protagonismo y por aquí ya empieza a soplar de cara con una cierta fuerza. Afortunadamente, los siguientes kilómetros ofrecen un perfil en mayoritario descenso y puedo seguir avanzando con una relativa soltura.

Una corta, pero bonita bajada hasta Sorlada

Aunque no he dicho nada hasta ahora, la realidad es que mi ánimo sigue de aquella manera. He recuperado más que bien piernas y espalda, pero por el cerebro siguen rondando muchos fantasmas. Por ello, y porque tampoco es que haya desayunado mucho, decido detenerme un ratito en Murieta a tomar un cafetín y dar un rápido lavado a la mente.

Piedramillera, coqueta localidad navarra, de camino a Murieta

"Todo sigue en nuestra contra,
todo está contracorriente.
Nadie sabe, nadie importa,
nadie habla nadie entiende, no...no...
El presente es ayer...no sé...
Y nos toca perder...no sé…
Quien empuja al caer siempre quita la red.
¿Quién es quien?"

La parada asienta el estómago y la cabeza y  me permite afrontar con mayor ilusión el tramo de vía verde del FC Vasco-Navarro que me llevará hasta Estella-Lizarra. Ya he comentado por aquí que no soy muy amigo de estas infraestructuras, pero debo reconocer que al incluir varias subidas, numerosos giros y tramos con bonitas vistas (ver foto de portada), este sector me resultó más llevadero e interesante de lo esperado.

Un clásico de cualquier vía verde: recta con túnel

Al llegar a Estella-Lizarra, me topo con un pueblo en fiestas. Aquí y allá, despuntan numerosos grupos de personas ataviados con traje blanco y pañuelo rojo que dan un color muy especial a esta localidad conocida por, entre otras cosas, su rico patrimonio artístico, su fantástico Puente de la Cárcel y por haber sido testigo del conocido Pacto de Lizarra.

El Puente de la Cárcel, el monumento más icónico de Estella-Lizarra

Llevaba idea de distraerme un poco paseando por sus bonitas calles, pero con tanta gente por todos lados, reduzco el tiempo de la visita, compro unos plátanos y continúo un camino que, nuevamente va en contra del de Santiago. Aunque por las horas, el número de peregrinos no es ya tan elevado, tocará otra vez darle con asiduidad al buen camino.

Una de las bonitas calles de Estella-Lizarra

"El camino a la gloria
sólo me lleva a tu piel.
El sabor de las derrotas
me enseñó lo que es perder,
una vez, otra vez, otra vez…"

Detalle de la remozada Iglesia del Santo Sepulcro (Estella-Lizarra)

En Villatuerta, municipio en el que no puedo evitar acordarme del gran J.I. (¡Te quiero, amigo!), paro a llenar los botes junto a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Después, tras cruzar el pintoresco puente románico sobre el río Iranzu, vuelvo a despedirme de los esforzados caminantes y afronto la subida hasta Murillo. Se trata de un ascenso ligero, pero con el viento azotando de cara, tengo la sensación de ir casi reptando.

Otro puente. En este caso, el románico de Villatuerta. Por arriba asoma la bici

El paisaje, dominado hasta ahora por campos de cultivo salpicados por pequeñas masas boscosas, cambia de golpe al situarme a orillas del río Salado. De repente todo se vuelve más verde. De hecho, hasta el agua del atractivo embalse de Alloz emite por momentos unos sugerentes tonos verdosos que disparan sensaciones y ánimos.

Del predominante amarillo de los campos de cultivo...

...al verdor que asoma en el entorno del embalse de Alloz

Aunque tenía pensado acercarme hasta la Playa Bahía de Lerate para contemplar con tranquilidad el pantano, es llegar hasta el parking, ya atestado de coches, y dar media vuelta. Seré un antisocial, pero lo de las multitudes lo llevo fatal.

"Nade crece a la sombra
del recuerdo de mi mente.
Al compás de la memoria,
las mentiras siempre vuelven, no...no...
El albor es ayer...no sé...
Y nos toca perder...no sé..."

Con esta espinita clavada, encaro el ascenso al alto de Guirguillano, un puerto de unos cinco kilómetros al 5,2 de pendiente media que se me termina atragantando por el viento y por sí, otra vez, el dichoso ruido del pedal. Claj, claj, claj. El cab***azo no se pierde una.

Guirgillano, otra cima a la saca

Atrás queda ya el pantano de Alloz

Por fortuna, tras coronar la subida, toca un tramo de claro descenso hasta las inmediaciones del río Arga y, como apenas tengo que pedalear, puedo olvidarme del dichoso crujido. Por aquí, por cierto, siento un pinchazo en el corazón al constatar el esfuerzo que debe realizar la naturaleza para reponerse a un incendio como el que calcinó 6.000 hectáreas de esta zona en 2022. [Hoy, mientras escribo esto, siento el corazón aún más encogido al constatar los estragos que el fuego ha causado este maldito verano en Palencia, León, Zamora, Ourense, Ávila y hasta Madrid. Me parte el alma].

El monte, en plena y lenta fase de recuperación...

Hasta Belascoaín, debería de haber disfrutado de un plácido tramo de asfalto junto al Arga, pero el viento se empeña en complicar el asunto. Cierto es que, al proceder del norte refresca, y mucho, el ambiente, pero también que por su insistencia acaba crispando los ánimos de cualquiera. Y sí, por ello, otra vez toca parar a serenar los ánimos. Y a comer algo, que rellenar el depósito nunca viene mal.

Puente sobre el río Arga, justo antes de llegar a Belascoaín

"El camino a la gloria
sólo me lleva a tu piel.
El sabor de las derrotas
me enseñó lo que es perder,
una vez, otra vez, otra vez…"

El citado río Arga, en todo su verdor

Tras el descanso en Belascoaín, afronto un tramo de continuos subes y bajas que me dejarán a las puertas de Pamplona. Aunque el día invitaba a saltarse la parte final del track dibujado y enfilar lo más directo posible hasta la populosa capital navarra, tiro otra vez de cabezonismo y nada más cruzar Gazólaz, cojo un camino que me lleva hasta lo alto de un pequeño monte, disfruto de un par de senderos y acabó enlazando con un carril bici que me permitirá entrar en la ciudad de una manera realmente amable. A veces, la tozudez tiene premio.

Tramo de subes y bajas y de sugerentes vistas

Su poquito de sendero

Y un tranquilo carril bici para llegar a Pamplona

Por las horas, tomo la decisión de parar a comer algo en Barañain (¡un saludo a Álex Berenguer!). Aunque no acierto mucho con el restaurante -comida normalita a precio elevado-, la realidad es que este parón me va a permitir después disfrutar después de un más que agradable paseo por Pamplona. Sin agobios de tiempos ni hambres, pedaleo camino al albergue desviándome aquí y allá para echar un vistazo a algunos de los puntos más significativos de la localidad. Los carriles bicis están bastante bien trazados y conectados y los ciclistas pueden circular con tranquilidad por cualquier zona peatonal. El Parque Yamaguchi, la Ciudadela, la plaza del Ayuntamiento, la del Castillo… Hay peatones, patinetes y ciclistas, pero, sobre todo, hay respeto. Seguro que habrá cafres, como en cualquier lado, pero llego al alojamiento con la sensación de que estamos ante un modelo de ciudad sostenible y viable. ¡Viva San Fermín!

De paseo por Pamplona. Salida de la Ciudadela.

Esperando el chupinazo... Fachada del ayuntamiento de Pamplona

Quiosco de música de la plaz del Castillo (Pamplona)

"Rozando el fin, oigo su voz:
la conciencia otra vez gritó.
Sube el telón, aun no acabó.
Queda voluntad, quedan ganas de empezar".

(Melón Diesel – A contracorriente)

ALGUNOS DATOS

- Distancia: 97,56 km.

- Desnivel acumulado: 1.443 m.

- Velocidad media: 17 km/h

- Velocidad máxima: 55,8  km/h

- Tiempo total de pedaleo: 5h 43' 48"

- Hora de salida: 07:20  

- Hora de llegada: 14:52 (con parada para comer sentado)

Comentarios

  1. Muy buenas. Bonita ruta, según retratan las fotos, por una zona de Navarra que apenas conozco. Me ha sorprendido la Basílica de San Gregorio, la anoto en la agenda. Y ahora a esperar si el día 3 (supongo que lo hubo) te llevó hacia Leyre o, por el contrario, de vuelta hacia el Oeste. Un saludo.

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  2. Navarra es una comunidad sorprendente. El paisaje cambia cada poquísimo tiempo. A mí, me fascina.

    Después de Pamplona, la ruta me llevo primero hacia el norte y luego de vuelta hacia el oeste, pero no te hago más spoiler 😉.

    Muchas gracias por el comentario, Samuel.

    ¡Un abrazo!

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