Viñas y cuestas (Día 4): Arbizu - Santa Cruz de Campezo
“Todos nos caemos. Para qué nos caemos, para aprender a
levantarnos, le dice un magnánimo Thomas Wayne al Batman niño en su recuerdo,
cada vez que el Joker o Bane están a punto de liquidarlo en las películas de
Christopher Nolan. Cuando veo esa escena, yo quiero decirle a Bruce Wayne (el
Batman niño) que uno se cae para aprender a caerse”. MARTA SAN MIGUEL – Antes
del Salto (2022)
Salgo preparado para un día de calor y lo que me encuentro
es una niebla fina y meona que mantiene la temperatura por debajo de los 15
grados. Aunque soy consciente de que es una cuestión de tiempo que Lorenzo se
abra paso y me golpee con su implacable mazo, el arranque de esta cuarta
jornada del viaje me ofrece una doble recompensa: la de poder subir el puerto de Lizarraga sin sudar demasiado y la de contemplar el mar de nubes que,
intuyo, quedará a mis ruedas en cuanto gane altura.
| Mañanita de niebla. Arbizu (Navarra) |
| Con las luces antiniebla encendidas. Subida al puerto de Lizarraga |
Con este inesperado acicate y la ilusión de recorrer hoy la Sierra de Urbasa, me alejo de Arbizu, despacho con relativa facilidad la primera fase del ascenso y me situó ya en esa zona en la que puedo contemplar lo que voy dejando atrás. Y sí, desde allí ya se observa ese fenómeno de la naturaleza que a mí me emboba por completo…
| Otro momento mágico para la colección |
Eso sí, al superar esa barrera nubosa y detenerme en la
cima, constato que el sol campa ya a sus anchas, por lo que me pongo
rápidamente en marcha con la idea de aprovechar al máximo posible las aún
agradables temperaturas.
| Herraduras guapas en la subida a Lizarraga |
| Sin la niebla, Lorenzo manda |
Pero el termómetro no será lo único que experimente un gran cambio durante la jornada. De hecho, mi excepcional ánimo salta por los aires al poco de reemprender la marcha, justo después de que el cambio se atranque en mitad de una subida cargadita de piedras. La pedalada en falso me obliga a sacar con rapidez el pie de la cala, pero al posarlo sobre el suelo, la zapatilla resbala sobre una piedra y caigo con todo mi peso sobre la rodilla izquierda. El que mueve los hilos decide que el impacto se lo lleve justo una zona en la que me queda una pequeña costra de una caída de hace un par de semanas y que al reaccionar por el dolor eche mi cuerpo hacia atrás y acabe como una cucaracha, panza arriba.
Aunque me levanto cabreado como una mona, cierro la salida
de humos temporalmente, levanto la bici, completo lo que queda de subida a pata
y procedo a curarme la herida. Sorprendentemente, despacho este proceso con
soltura y en un abrir y cerrar de ojos, estoy de nuevo sobre el sillín con la
rodilla saneada y cubierta con un apósito.
Las consecuencias
El golpe, que en realidad habría quedado en una anécdota de
no haber ido a impactar en justo una zona sensible, no afecta a mi estado
físico, pero dinamita por completo mi cabeza. De repente, soy presa de una
implacable pájara mental que me sitúa al borde del colapso. Qu si esto, que si
lo otro, que la mala suerte, que la sordera… De repente, me veo incapaz de
avanzar y por un momento me siento tentado de mandarlo todo a la mierda.
A diferencia de otros momentos, intuyo que parar puede
resultar letal, así que, a paso muy lento, intento seguir progresando y
ahuyentado demonios. De hecho, hasta me esfuerzo por echar alguna foto con un
móvil que, hay que fastidiarse, también se ha llevado un golpe y ha perdido su
hasta ahora bien ganada condición de indestructible. Sigue funcionado, por
fortuna, pero tiene la parte de arriba completamente hundida y la pantalla
resquebrajada…
| La primera foto después de la caída. Sierra de Urbasa |
Llegado un punto en el que constato que con este malhumor no
tiene sentido dar más pedales, hago un esfuerzo por darle un sentido al momento
que estoy viviendo. No entraré en detalles, pero tras colocar cada pensamiento
en su sitio, observarlo todo con la mayor objetividad posible y echar alguna
lagrimilla, recupero la tranquilidad y
continuo con ánimos renovados. Además, por aquí, logró al fin conectar la
emisora y doy con una canción que me resulta más que apropiada para superar
este momento.
Ya que no he podido disfrutar de forma conveniente de la
primera parte de Urbasa, me esfuerzo por agudizar los sentidos y sacar partido
al sector que aún me resta. Además, aprovecho el paso por un camping para
sentarme a redesayunar y dar así definitivo carpetazo al simulacro de caída. Se
acabó. Pasamos página.
| Recuperando la cordura entre hayas |
"Stars ...stars... where you are"
| Cruzando miradas con un precioso caballo |
Tras superar una leve y ondulada subida que me deja junto al cartel del puerto de Urbasa, me desvío a derechas para internarme por una pista que me llevará hasta el curioso muro de los navarros, una pared de piedras de unos 7 kilómetros de longitud que sirve para dejar claro a los habitantes de la zona qué parte pertenece a Navarra y cuál corresponde a Álava. “Fue construida en 1928 y frenaba un enfrentamiento secular por los mojones. La pared tiene aproximadamente unos 7 kilómetros de longitud y evita el trasiego de vehículos y sobre todo de ganado. Siendo sinceros hay un punto de desconfianza desde los de un lado hacia los del otro. Y una metáfora de nuestro tiempo”, explica un sintomático y significativo artículo de El Correo.
| Fronteras inesperadas. El muro de los navarros |
| Un muro de 7 kilómetros, una "metáfora de nuestro tiempo" |
Ya que las bicis sí tienen permitido el paso, digo adiós a
esta singular muga y en amable y continuo llaneo me presento en el puerto de
Opakua. De este modo, me despido de una sierra de Urbasa que no he podido
degustar como me gustaría, pero de la que, pese a todo, me llevo una bonita
imagen de recuerdo: la de los innumerables caballos que por allí viven a sus
anchas.
| Últimos kilómetros por Urbasa |
| Caballos por doquier |
La casi inapreciable bajada de Opakua me acerca a un cruce
que yo tomo a derechas, dirección Erroitegi. Allí, encuentro una fuente,
relleno los botes y, a la sombra de un árbol, decido modificar el final de
etapa. Mi idea era haber tirado ligeramente hacia el norte para tomar un
pequeño tramo de la Vía Verde del Vasco-Navarro
y visitar el túnel de Laminoria, pero como el sol aprieta ya con fuerza
y el camino marcado queda bastante expuesto, decido avanzar por carretera hasta
Arraya-Maestu y, desde allí, realizar una pequeña incursión por el Parque Natural de Izki. A dicho paraje pensaba acercarme el día siguiente, pero oye,
así “adelanto trabajo” y puedo tomarme la última jornada con más calma y llegar
al coche a un hora prudente.
| La tímida bajada de Opakua |
| Cambio de planes. Rumbo a Arraya-Maestu |
El cambio resulta un éxito. Primero, porque la carretera me
deleita con una preciosa bajada en la que, eso sí, hay que extremar la
precaución en los numerosos tramos en los que la gravilla ha sustituido al
asfalto. Y segundo, porque en Arraya-Maestu disfruto de un par de montaditos
con una Coca-Cola que me saben a gloria.
El tránsito por Izki, marcado ya por el fuerte calor, me
deja igualmente un buen sabor de boca. La carretera sube y baja, se interna por
agradables bosques que aún conservan el verdor, cruza pequeños pueblos y ofrece
unas vistas más que sugerentes de la mole rocosa conocida como la Muela.
| Korres, pequeño pueblo enclavado en el Parque de Izki |
"Stars ...stars... where you are"
| La Muela, una curiosa montaña alaves |
En Antoñana, tras otra bajadita gozosa, enlazo con la vía verde
y, sin prisa alguna, pedaleo tranquilamente hasta Santa Cruz de Campezo,
localidad marcada como final de etapa. Ya que el albergue en el que me voy a
alojar no permite la entrada hasta las 16:00 horas, aprovecho el tiempo que me
sobra para comer un plato combinado en el restaurante de la piscina y despistar
durante un rato al calorazo que , ya sí, me acompañará de forma implacable
durante lo que resta de día…y de noche.
| A punto de enlazar con el Vasco-Navarro, a la altura de Antoñana |
| Las rectas clásicas de las vías verdes 😴 |
Por la tarde, en el albergue, tengo la oportunidad de conversar -lo poco que me permite la sordera- con una simpática pareja de ciclistas que también está viajando en bici. Además, me da tiempo a lavar bien la ropa y asegurarme que iré hecho un pincel el último día de un viaje que ya toca a su fin.
| Santa Cruz de Campezo, capital del calor |
(Sexy Sadie - I won’t hurt you)
ALGUNOS DATOS
- Distancia: 97 km.
- Desnivel acumulado: 1.545 m.
- Velocidad media: 18,6 km/h
- Velocidad máxima: 54,9 km/h
- Tiempo total de pedaleo: 5h 12' 20"
- Hora de salida: 07:01
- Hora de llegada: 13:57
Me da que la caída... fue más mental que física. Es de esas veces que no las llevamos todas con uno mismo y, si pasa algo, la cabeza en seguida se cruza.
ResponderEliminarPor cierto, la frase de Batman se la digo yo a mis peques cada vez que... catapum! 😂 Y me gusta más que la otra de esa tal Marta.
¡Abrazaco!
Sí, la verdad es que la caída sobre todo me alborotó los demonios que tanto me había costado acallar. Pero bueno, lo importante es salir adelante.
ResponderEliminarY oye, un respeto a Marta San Miguel, que "Antes del salto" es un libro bien chulo y muy bien escrito 😉.
¡Un abrazo!
Empezó mal el día pero pudiste resetear. Aunque, la verdad, con la bicicleta, y más en mitad del monte, tampoco hay muchas más opciones que continuar. Así es el ciclismo en autosuficiencia.
ResponderEliminarPor otro lado yo, en la BTT, tengo montados pedales "normales" para minimizar las caídas tontas, no me gusta nada sentirme anclado al pedal. Un saludo.
La verdad es que tanto en viajes como en rutas largas, el ánimo pasa por mil estados. Es un montaña rusa... Pero sí, poco a poco, me voy haciendo más duro mentalmente.
EliminarMe he acostumbrado tanto a los pedales automáticos que me costaría pedalear sin ellos. Quizá lo que sí podía mirar son unas zapatillas con suelas menos duras y más aptas para caminar...
¡Gracias por el comentario! Un saludo