Vuelta al Moncayo (Día 1): Granja de San Pedro - Aranda de Moncayo

“Cruza con pie firme el límite de la sombra, erguido como en un desfile, y sonríe incluso, si lo logras. Después de todo, la conciencia no está demasiado cargada y Dios sabrá perdonar”. DINO BUZZATI – El desierto de los tártaros (1940)

A comienzos de septiembre, apenas un par de días después de que abriesen las inscripciones, decidí apuntarme a The Capitals. Nunca he sido muy de carreras y/o marchas, pero hay algo en estas pruebas de ultraciclismo que me llama, y mucho, la atención. No sabría decir si es por el hecho de que la competición es lo de menos (no se reparte premio alguno), o por su carácter aventurero, o si es por aquello de ponerse a prueba… o si no es más que un puro capricho.  Sea como fuere, lo cierto es que el veneno ya ha sido inoculado y que en julio, si todo va bien, me estrenaré en esta disciplina que podría resumirse en algo así como: recorrer una larga distancia dentro de un tiempo límite y sin posibilidad de recibir ninguna ayuda externa.

"Dicen que tienes veneno en la piel,
y es que estás hecha de plástico fino
Dicen que tienes un tacto divino,
y quien te toca, se queda con él"

Lo que sí he tenido claro desde el primer día es que The Capitals tiene que ser para mí un banco de pruebas vital. Ya he dejado entrever por aquí en infinidad de ocasiones que mi vida no es muy sencilla. Aunque me resista, la sordera marca y condiciona mi día a día y a veces, para que nos vamos a engañar, lo vuelve insoportable. Por eso, de algún modo, quiero probar si la ilusión de ir preparándome para un reto tan especial puede echarme un cable en los momentos difíciles. Por tanto, y esta creo que es la clave, si logro presentarme en Barcelona el 16 de julio con la sensación de haber disfrutado el camino, el experimento habrá resultado un completo éxito y lo que ocurra en la prueba, bueno o malo, será ya seguramente lo de menos.

He soltado todo este rollo, porque esta escapada otoñal ha sido el primero de los escalones que tengo pensado subir hasta el verano que viene. De hecho, diseñé la ruta con la idea de echar más horas sobre el sillín, de soportar un poco más de dureza que de costumbre y de, por encima de todo, ir comprobando cuánto les queda a mi cuerpo y mi mente para asumir un reto de 840 kilómetros y 14.000 metros de desnivel acumulado en un máximo de 5 días y 14 horas.

"Y si esta noche quieres ir a bailar,
vete poniendo el disfraz de pecadora.
Pero tendrás que estar lista en media hora
porque si no, yo no te paso a buscar"

Con esta gran ilusión en mente y la idea de disfrutar del otoño, una estación que el cambio climático parece empeñado en robarnos, parto de Granja de San Pedro, un minúsculo pueblo justo en el límite entre las provincias de Soria y Zaragoza. El objetivo del día es recorrer 140 y pico kilómetros, así que, como es lógico, me tomo el asunto con calma y pedaleo con tranquilidad por un camino que busca su espacio entre las vías de tren y las pequeñas lomas que por aquí dominan el entorno. El sol despunta en el horizonte y la bici avanza sin problemas… Sonrío. Qué bien se está aquí y ahora, sin demonios ni historias.

Primeras pedaladas, junto a la vía del tren

Hasta Alhama de Aragón se suceden los caminos clásicos de esta zona: polvorientos, rojizos y con ese puntito pedregoso que invita a no correr demasiado. Mejor, porque así puedo disfrutar con detenimiento de un paisaje que con la luz del amanecer se me antoja bellísimo. Además, de cuando en cuando, cruza ante mi algún cervatillo madrugador. En las dos primeras ocasiones, intento parar con rapidez para echar una foto, pero tras constatar que andan a estas horas más espabilados que yo, decido olvidarme del asunto y dedicarme a la pura contemplación. No exagero si digo que pude ver más de 10 en un tramo de no más de 20 kilómetros.

El castillo de Monreal de Ariza, con el sol a su espalda

"Pero primero quieres ir a cenar
y me sugieres que te lleve a un sitio caro,
A ver si aceptan la cartilla del paro,
porque si no, lo tenemos que robar"

Caminos pedregosos. Lo típico de la zona

Tras cruzar Monreal de Ariza y Cetina y bordear una localidad de Ariza por la que transitaré a la vuelta, supero un par de cuestas, salgo victorioso de una emboscada de Koomot (quien se empeña en meterme por un sendero comido por la maleza), dejo atrás una maloliente explotación ganadera y me presento en Alhama de Aragón con tremendas ganas de alcanzar el embalse de laTranquera, una zona que por Google Maps pinta estupenda.

Entrando en Cetina

Puente de hierro sobre el río Jalón (Alhama de Aragón)

Y aunque hacerse demasiadas ilusiones es el primer paso para acabar frustrado, lo cierto es que el lugar cumple y diría que hasta supera mis expectativas. El pantano mantiene un nivel de agua bastante aceptable y el entorno, además de sumamente vistoso, rebosa una infinita tranquilidad. Por aquí, por cierto, aprovecho la parada en un bonito mirador para echar unas fotos, comer un plátano y quitarme la chaqueta con la que me había protegido del frescor mañanero.

El embalse de la Tranquera, un remanso de paz

Un rincón que merece mucho la pena

"Yo voy haciéndome la cuenta de cabeza,
y tú prodigas tu sonrisa con esmero,
y te dedicas a insultar al camarero,
y me salpicas con espuma de cerveza"

La presa del embalse de la Tranquera

Desde aquí, lo que toca después es pedalear por una apacible y vistosa carretera que me llevará sin mayores problemas hasta Ateca, otra localidad cuya visita algo más detallada dejo para la vuelta. Después, sin problema ninguno, continúo alternando tierra y asfalto hasta las inmediaciones de Calatayud, donde me incorporo a un Camino Verde que me facilitará la entrada en este pintoresco y agradable municipio zaragozano en el que aprovecho para tomar mi ya clásico desayuno de bikepacker: café con leche y tortilla de patatas.

Tranquila carretera, rumbo a Ateca

Puerta de Terrer, entrada al casco antiguo de Calatayud

Colegiata de Santa María la Mayor (Calatayud)

Tras el parón y el turisteo, reemprendo la marcha rumbo al plato fuerte del día: las hoces del Jalón. El tiempo acompaña y mis piernas giran con agilidad. Todo va demasiado bien, me digo con una media sonrisa, consciente de que, por fortuna, en estas aventuras nuuunca hay que bajar la guardia. Y sí, es pensarlo y encontrarme con un cartel de “Carretera cortada por obras”. El chaval que custodia el letrero sólo acierta a decirme que están asfaltando más adelante y que no sabe si podré pasar.  Y como cualquier alternativa implica dar un rodeo terrible y perderme el tránsito por las hoces, decido jugármela y tirar hacia adelante. Para dar la vuelta siempre hay tiempo.

Calatayud, una localidad con mucho encanto

"Y aquí te espero en la barra del bar
mientras que tú vas haciendo discoteca.
Como te pases, te lo advierto, muñeca,
que yo, esta vez, no te voy a rescatar"

Hasta llegar al punto conflictivo, recorro un primer tramo de vía que ya discurre encajonado; después, asciendo el puerto de Embid, una pequeña tachuela que separa las dos partes del cañón, y finalmente, disfruto de una agradable descenso que me deja en la parte más vistosa del recorrido.

La amable, tranquila y vistosa subida al puerto de Embid

Y sí, finalmente, tras doblar una curva me encuentro una maquina echando asfalto. Aunque tengo la opción de bajar por un pequeño terraplén y avanzar un tramo campo a través, consulto a la persona que dirige las obras y me da permiso para avanzar por la cuneta. Además, un operario me guía amablemente y en un abrir y cerrar de ojos ya me encuentro pedaleando por un escenario espectacular, con asfalto nuevo y completamente solo. ¡Qué delicia!

Asfalto impoluto por un paisaje fascinante. Qué más se puede pedir

"Te crees que eres una bruja consumada,
y lo que pasa es que estás intoxicada.
y eso que dices que ya no tomas nada,
pero me dicen por ahí que sí, que sí,
que sí, que sí y dicen, dicen"

La carretera por las hoces del Jalón debería ser de obligado tránsito para cualquier cicloturista

En Embid de la Ribera digo adiós al tramo cortado, pero no a una tranquilidad que va a seguir reinando de forma ya mayoritaria durante lo que resta de jornada. De hecho, serán contadísimos los coches que me adelanten en el tramo de carretera que me separa de Morata de Jalón, punto en el que me despido del río que me ha acompañado durante gran parte de la mañana.

Por aquí, cualquier pueblo tiene encanto (Purroy)

Tras atravesar Morata de Jalón, localidad condicionada por la cementera que emborrona su perfil, recorro un tramo de pista hasta Chodes y otro breve trecho de asfalto hasta Arándiga. Justo allí, parte el segundo gran sector off road del día, el que me permitirá enlazar con la A-1503, la carretera que me llevará hasta el destino final de la etapa, Aranda de Moncayo.

El cartel o la cementera, no sé qué es más llamativo...

"Dicen que tienes veneno en la piel
y es que estás hecha de plástico fino.
Dicen que tienes un tacto divino
y quien te toca se queda con él"

Plaza de España (Morata de Jalón)

Este segmento arranca con un rampón hormigonado por las estrechas calles del pueblo y continúa con un tramo pistero que poco a poco va cogiendo vigor hasta convertirse en una exigente subida que culmina pasada la ermita de los Santos. Desde el punto más alto, el camino cambia tierra por hormigón y se desploma hacia la carretera trazando varias herraduras y deparando paisajes más que atractivos.

Justo junto al mural, arranca la subida (Arándiga)

La pista, rumbo a la montañas que toca atravesar

Iniciando la bajada por hormigón

Superada la nueva encerrona que me prepara Koomot al paso por la localidad de Brea de Aragón (¡hay que revisar mejor los tracks!), alcanzo Illueca, compro algunas viandas en un supermercado y me siento en un pequeño parque a comer con tranquilidad. Restan unos 20 kilómetros y, aunque son en tendencia claramente ascendente, disfruto del descanso con la tranquilidad que da sentirse en buena forma y comprobar que ya está todo el trabajo casi hecho.

No hice foto de Illueca... Así que habrá que conformarse con una de la silueta de Gotor

"Dices que yo no soy tu hombre ideal,
mientras hojeas con soltura una revista.
Y me pregunto si tendrás alguna pista
o alguna foto de tu 'tal para cual'"

El otoño es pura magia

Por si fuera poco, en este último tramo hasta Aranda de Moncayo, soy bendecido con un cielo de nubes variables, un entorno evocador y un viento de cola que me permite avanzar con soltura y que evita que tenga que retorcerme más de la cuenta en el endiablado repecho que me deja en la parte alta del pueblo.

Vale más un otoño que mil veranos

Últimas rampas antes de alcanzar Aranda de Moncayo

Instalado ya en el hostal de turno, y mientras un chubasco riega las calles del pequeño y abigarrado municipio, hago balance de la jornada y concluyo que he disfrutado de un gran día de pedaleo sin gastar más fuerzas de las necesarias. Mañana, con el ascenso al Moncayo como plato fuertísimo, puede que sea otra historia, pero, de momento, pinta todo requetebien. 

"Te crees que eres una bruja consumada
y lo que pasa es que estás intoxicada.
Y eso que dices que ya no tomas nada,
pero me dicen por ahí que sí, que sí,
que sí, que sí y dicen, dicen"

Preciosas vistas desde Aranda de Moncayo, punto y final de la etapa

"Dicen que tienes veneno en la piel
y es que estás hecha de plástico fino.
Dicen que tienes un tacto divino
y quien te toca se queda con él"

(Radio Futura – Veneno en la piel)

ALGUNOS DATOS

- Distancia: 142,54 km.

- Desnivel acumulado: 1.666 m.

- Velocidad media: 20,5 km/h

- Velocidad máxima: 65,2 km/h

- Tiempo total de pedaleo: 6h 57' 10"

- Hora de salida: 08:19  

- Hora de llegada: 16:47



Comentarios

Popular Posts

Madrid-Toledo-Aranjuez-Madrid: Breve análisis del recorrido y el material

La primera del año (Día 1): Madrid - Ávila

Rumbo al sur: un breve análisis "técnico" de la última aventura del año