Vuelta al Moncayo (Día 3): Vozmediano - Granja de San Pedro

“Allí donde hay un deseo, hay un camino”  - Proverbio Swahili

Desde que me quedé sordo, no me había planteado nunca escuchar una canción nueva, de la que no conociese absolutamente nada. Ni el ritmo ni la letra ni el más mínimo acorde. Nada. Daba por hecho que la experiencia resultaría frustrante y desagradable a partes iguales. Sin embargo, durante la mañana de mi tercer y último día de la Vuelta al Moncayo decidí probar fortuna. Mientras hacía tiempo para, ejem, ir al baño, le di al play del video de un tema que el grupo burgalés La M.O.D.A ha dedicado a uno de mis escasísimos ídolos deportivos: El Chava Jiménez.

Aunque imagino que cualquier parecido con la realidad será pura coincidencia, lo que pude desentrañar, gracias a mis escasos recursos auditivos y los subtítulos, me emocionó considerablemente y me ayudó a iniciar el día con el depósito de moral absolutamente a tope.

"Te echo de menos
Me duele porque no estás
Las letras más bonitas ya están escritas
Pero quiero recordarte como eras"

Este impulso resultó seguramente crucial para que el primer y duro ascenso que me esperaba al abandonar Vozmediano me llegase a parecer hasta una experiencia agradable. De nuevo por el Camino del Agua Soriano o Camino Antonino, voy remontando el rio Queiles hasta dejar atrás su nacimiento y alcanzar la localidad de Aldehuela de Ágreda. Son poco más de tres kilómetros, pero ya suficientes para entrar en calor, comprobar que las piernas siguen respondiendo más que bien y continuar disfrutando de un entorno absolutamente mágico. Y sí, también para patear 100 metrillos en un tramo hormigonado, pero es un detalle sin importancia… 🙄

Saliendo de Vozmediano. Precioso

El río Queiles y el Camino Antonino

Un poquito de hormigón para calentar piernas... y brazos

Al salir de Aldehuela de Ágreda, engancho una carreterita que sigue ganando altura de forma bastante constante hasta un primer alto. Allí, retomo las pistas de tierra y arranco el ascenso al puerto del día, el collado del Canto Hincado. La subida tiene desde ese punto unos 5 kilómetros y supera un desnivel de 350 metros. No son números para asustar, pero lo cierto es que completada una primera zona suave y con buen firme, el camino empeora notablemente y encara un sector muy constante con rampas entre el 7 y el 12 por ciento. Es momento de tirar de paciencia, de buscar aliento en los paisajes que se abren a la derecha y de pensar en que una vez alcance aquel paso que se ve al fondo será todo bajada…

Coronando el primer tramo de carretera

Primeras rampas de la subida al collado del Canto Hincado

Bonitas vistas a media subida

A paso lento, pero sin exigir mucho a las piernas, termino coronando la subida y me asomo a la siguiente parte de la ruta, una zona en la que comenzaré a perder altura y en la que la abundante vegetación dejará paso a campos de cultivo y parajes más abiertos.

El cartel ya no está hincado...

"La cuesta se hace larga
Más de lo que debería
Pero miro hacia adelante
Como a ti te gustaría"

El otro lado del collado

La bajada alterna tramos empinados y rotos con algún que otro repecho y acaba desembocando en la pequeña localidad de Cueva de Ágreda. Allí, vuelvo momentáneamente al asfalto y avanzo a buen ritmo hasta un cruce en el que, a derechas, nace la pista que me llevará hasta Borobia. Al principio, el camino me depara un falso llano, pero tras una tímida loma, enfila una ligera bajada que, con viento a favor, se vuelve gozosa, tanto que, casi sin darme cuenta, me presento en la que será la última localidad soriana antes de regresar a Zaragoza.

Bonito contraluz a la entrada de Cueva de Ágreda

Recta infinita, rumbo a Borobia

Otra vez sobre asfalto, el objetivo es disfrutar de un par de carreteras solitarias y agrestes que me llevaran hasta Malanquilla, lugar planificado para la siempre tan gustosa parada del café con leche. Avanzo ágil y motivado, Subiendo como El Chava Jiménez. Sí, feliz, porque para mí la felicidad es simplemente esto, sentirse libre y ligero, con la cabeza casi vacía.

De nuevo en Zaragoza

Terreno agreste y solitario

Ya en Malanquilla, me siento a la sombra a degustar mi desayuno bikepacker. Tras la parada, que me sirve para ajustar la indumentaria al ya creciente calor y entrar en el baño a echarme un poco de crema a unas posaderas que ya comienzan a resentirse tras tantas horas sobre el sillín, continúo mi camino con la vista puesta en el siguiente sector off road. No debería deparar gran dureza, pero como no he podido sacar mucha información vía internet, pues ya voy a la mosca detrás de la oreja.

Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (Malanquilla)

"Y voy subiendo como el Chava Jiménez
Hay montañas que te enseñan quién eres
Cueste lo que cueste, aprieto los dientes
Hay montañas que te enseñan quién eres"

Frontón bien cuidado en la plaza de Malanquilla

Llegado el momento de dejar el asfalto, compruebo que el camino que debo seguir ha quedado anegado por el paso del arroyo Vallunquera. Soprendido, ya que llevamos semanas de escasísimas lluvias, consulta las alternativas y, como no quiero más sobresaltos a estas alturas de la película, decido retroceder por la carretera que venía, llegar hasta el pueblo de Torrelapaja y ya desde allí enganchar la A-1502, vía en la que desembocaba el sector de tierra que tenía dibujado en el track.

Perfectamente podría ser La Mancha, pero es Zaragoza

Camino inundado, cambio de planes

El cambio implica añadir unos cuantos kilómetros, así que ya voy haciéndome a la idea de que habrá que recortar más adelante, ya que hoy tengo que volver en coche a Madrid y tampoco puedo retrasarme más de la cuenta, porque conducir de noche y cansado, a mí,  a estas alturas de la vida, no me parece ya buena idea.

Hasta Torrelapaja, circulo con fluidez, impulsado por un fabuloso viento de cola que convierte el falso llano inicial en un mero trámite y que transforma la ligera bajada final en un descenso a casi tumba abierta… Es increíble cómo cambia este deporte por obra y gracia de Eolo. Porque sí, alcanzada la citada localidad, hay prácticamente que girar 180 grados y en unos instantes paso de ir sobrado a sentir que la bici pesa una tonelada.

Afortunadamente, el nuevo carreterín se coloca a orillas del río Manubles y se interna por una especie de hoz en la que el viento no resulta tan molesto como lo sería en una zona más abierta. De hecho, aquí, lo más desagradable es el penoso estado de un asfalto que saca ya finalmente a relucir el que será mi gran hándicap durante lo que resta de día, el dolor de culo.

Una carretera buena para la vista y mala para el culo

"Me dejo la piel
Cada curva es una herida
Pon el alma en el papel
Como el público pedía"

Terreno duro para los gluteos

Los constantes rebotes resultan una estocada definitiva para mi trasero. Aunque a ratos me pongo de pie y trato de dejarme ir, en cuanto me siento para coger impulso o mantener una cierta cadencia en la pedalada, los constantes rebotes me provocan un dolor muy molesto… Paro, me recoloco el culote, me echo más crema… Mejoro unos minutillos y vuelta a la tortura. Pufff, empieza a ir tan incómodo que no logro disfrutar como se merece de un entorno otra vez maravilloso en el que, de cuando en cuando, despunta la silueta de un pueblo con su castillo en lo alto.

El castillo de Bijuesca despunta en el horizonte

Otra bonita silueta, la del castillo de Torrijo de la Cañada

Por fortuna, tras pasar Torrijo de la Cañada, la carretera pasa de ser competencia de un organismo a otro (creo que de la comunidad autónoma a la diputación) y el asfalto mejora muuuuy considerablemente. De hecho, al comprobar que mi culo tolera mejor el nuevo piso, decido apretar un poco con la idea de llegar cuanto antes a Ateca y hacer allí una parada para comer. Por esta zona, mi idea era haberme desviado ligeramente para visitar lo que se conoce como el Far West Atecano o Bilbilitano, pero como voy algo apurado de tiempo por la modificación forzosa del trazado, decido conformarme con su contemplación en la distancia.

Ayuntamiento de Torrijo de la Cañada

Al fondo, el Far West Atecano

En Ateca, tras callejear más de la cuenta, entro en un bar con la idea de comer algo. La camarera, muy siesa ella, me dice que la cocina ya está cerrada, pero un buen hombre acodado en la barra se dirige a mí y me invita a acercarme a otro local en el que asegura que algo podré comer. Raudo y veloz, me dirijo a él y sí, aunque debo conformarme con un poco de tortilla y unas salchichas, al menos algo me llevo a la boca para poder matar el creciente gusanillo.

Una bonita calle de Ateca

"Ahora las personas
Son más rápidas cada día
Los daños existen
Y tú lo sabías"

Comida de batalla

Mientras repongo fuerzas, hago balance. Me restan unos 41 kilómetros para acabar, la mayoría cuesta arriba. Sin grandes desniveles, pero muy constantes. Primero por carretera y finalmente por tierra. Como el calor aprieta, el culo protesta y las piernas ya empiezan a pedir tregua, adopto como estrategia la de ir solo pensando en llegar el siguiente pueblo. Y el plan funciona. Primero, Bubierca, con su curioso castillo en lo alto. Después, Alhama de Aragón, pueblo por el que pasé el primer día y en el que hoy me detengo a tomar un café y recargar bidones. Algo más adelante Cetina, otra localidad por la que ya transité y que hoy rozo por su parte norte… Y finalmente, Ariza, el último municipio antes de mi destino final.

Bubierca, comienza la cuenta atrás de los pueblos

Caminos polvorientos en las cercanías de Ariza

Por el hecho de, más o menos, haber rodado ya por él, todo este segmento, podría haber quedado relegado a un muy segundo plano en el cómputo global del viaje, sin embargo, un nuevo imprevisto logra colocarle en una parte bastante alta. Y es que, antes de llegar a Ariza, el track me invita a cruzarlo el río Jalón por un paso hormigonado…

En el momento de toparme con el imprevisto, lo primero que hago es buscar un paso más claro, ya que el río baja con fuerza y un caudal considerable, pero no encuentro más que maleza infranqueable. Después, consulto el móvil y busco una alternativa, pero como implica retroceder y añadir más kilómetros, pues tomo la peor decisión posible, la de vadearlo.

"Voy subiendo como el Chava Jiménez
Hay montañas que te enseñan quién eres
Cueste lo que cueste, aprieto los dientes
Subiendo como el Chava Jiménez"

Consciente, al menos, de que no puedo pasar montado ni caminando con las calas de las zapatillas, me descalzo, y procedo a cruzar. Al segundo paso, ya constato que el hormigón está recubierto del clásico limo resbaladizo y que debo asegurar muy bien un pie antes de mover el otro. Al tercero, compruebo que la fuerza con la que baja el agua es tan considerable que es capaz de arrastrar la bici, así que, dado que ya no hay marcha atrás, me toca sujetarla en vilo con una mano -en la otra llevo las zapatillas- y seguir progresando a pasos minúsculos. Un error y, en fin, vaya usted a saber… La adrenalina me sale por las orejas. Son poco más de cinco metros, pero no veo el final.

El dichoso vado. "Pa' habernos matao"

Afortunadamente, en el último tramo, el hormigón resbaladizo desaparece y puedo pisar tierra. Ya con agarre, doy un par de pasos más, salgo definitivamente del agua y dedico los siguientes minutos a serenarme. Estoy, literalmente, temblando. Soy consciente de que me he equivocado y de que sólo una mezcla de pericia, paciencia y suerte, me ha librado de haber estropeado el viaje. Porque vale, un remojón no es nada, pero si se me escapa la bici, con la fuerza que llevaba el agua pues… en fin. Mejor ni pensarlo ya.

"Sigo por la parte más lenta (sigo por la parte más lenta)
Lo bajo siempre a tumba abierta (lo bajo siempre a tumba abierta)
Siempre por la rampa que cuesta (siempre por la rampa que cuesta)
Da igual que me tiemblen las piernas (que me tiemblen las piernas)"

Aunque una mezcla extraña de euforia y miedito me acompaña durante los siguientes minutos, esta desaparece progresivamente tras el tránsito por la peculiar localidad de Ariza y un posterior tramo de sube y baja paralelo a la A-2. Hace calor, demasiado para esta época, y voy ya un pelín tostado, así que aprovechando el paso por una gasolinera me compro una Coca Cola con doble objetivo: el de cargar el pelín de energía que me falta para completar la ruta y el de subir algo de cafeína a mi cerebro de cara al viaje de vuelta en coche.

Iglesia de Santa María de Ariza

Finalmente, tras rodar por el mismo camino que transité el primer día, pero justo en sentido contrario, alcanzo Granja de San Pedro y doy por terminada la que, hasta ahora, ha sido la aventura de bikepacking más bonita y completa que he realizado. La preparación para The Capitals va justo por donde quería: por conseguir que el camino hasta la salida sea tanto o más estimulante que la propia prueba. 

Este camino me suena...

"Voy subiendo como el Chava Jiménez
Hay montañas que te enseñan quién eres
Cueste lo que cueste, aprieto los dientes
Hay montañas que te enseñan quién eres

Voy subiendo como el Chava Jiménez
Hay montañas que te enseñan quién eres
Cueste lo que cueste, aprieto los dientes
Subiendo como el Chava Jiménez"

(La M.O.D.A - Subiendo como El Chava Jiménez)


ALGUNOS DATOS

- Distancia: 142,01 km.

- Desnivel acumulado: 1.659 m.

- Velocidad media: 19 km/h

- Velocidad máxima: 60,3 km/h

- Tiempo total de pedaleo: 7h 29' 09"

- Hora de salida: 08:22  

- Hora de llegada: 17:49



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