Entre el Cabriel y el Júcar (Día 1): Graja de Iniesta - Cofrentes
“Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y,
sin embargo sucedieron así”. MIGUEL DELIBES - El camino (1950)
Me siento raro. No, no son los nervios que me asaltan antes
de iniciar cualquier viaje. Y no, tampoco tiene que ver con la cierta
intranquilidad que me genera dejar el coche durante dos días en el aparcamiento
de un hostal de carretera en Graja de Iniesta. No, es otra cosa. No sé qué,
pero la realidad es que no me siento tan eufórico como debería.
Mientras trato de quitarme de encima esta inquietante
sensación, completo los primeros kilómetros de una aventura que llevo largo
tiempo anhelando: la que me permitirá disfrutar de las hoces de los ríos
Cabriel y Júcar. He preparado la ruta con mimo y confío en que, entre el
paisaje y los avatares del día, ese malestar se esfume sin dejar rastro…
Tras recorrer un anodino tramo por carretera, alcanzo
Minglanilla. Allí, paro un instante a fotografiar su inclasificable castillo (el primero construido en España en el S. XXI) y
constato que la calima va a ser una constante durante todo el día. De hecho,
durante la jornada, me tocará pasar en varias ocasiones el dedo por el GPS para
eliminar un molesta capa de polvo acumulado sobre su pantalla.
Un castillo "moderno", el de Minglanilla |
Superada esta localidad conquense, me adentro en el primer tramo de la ruta que llamaba poderosamente mi atención. Aunque me tocó suprimir la mejor parte, el sendero de los Cuchillos de Contreras, ahora privatizado, disfruto mucho de una zona que parece haberse quedado anclada en el pasado. Las añejas instalaciones de la presa, varios restaurantes abandonados, una cementera comida por la maleza, carteles oxidados y una carretera en pésimas condiciones se fusionan aquí con un paisaje más que sugerente y dan pie a un escenario ideal para una película de esas con ambiente postapocalíptico. Por si fuera poco, mientras gano altura en dirección al Puerto de Contreras, varios ciervos/gamos/corzos cruzan de un lado para otro para dejarme aún más que claro que por allí no suelen pasar ya muchos humanoides.
La presa de Contreras, un rincón de otro tiempo |
Cementos Turia vivió épocas mejores |
Carteles con solera |
El ascenso, muy llevadero, me ayuda a liberar sudor y tensiones y a relativizar otras preocupaciones. Además, en su parte final, dibuja unas preciosas herraduras que acaban por convencerme de que, pese a todo, estoy en el lugar correcto.
Herraduras abandonadas en el Puerto de Contreras |
Los Cuchillos de Contreras, desde la obligatoria distancia |
This old town don't smell too pretty and
I can feel the warning signs running around my mind
And when I leave this island I'll book myself into a soul asylum
Cos I can feel the warning signs running around my mind”
Alcanzado el primer alto del día, en el que quedan vestigios
de unas trincheras de la Guerra de la Independencia (1808-1814), abandono el
asfalto triturado y me interno por una sucesión de pistas que me permitirán
recorrer la parte alta de las hoces del Cabriel. Por aquí, comienzo a ser
consciente de que el viento también jugará un papel importante en la ruta, ya
que, en ocasiones, sopla con una intensidad considerable (y molesta).
Pedazos de historia en mitad de la montaña |
Tras alcanzar las cercanías del Pico Moluengo, superar una
bajada con cierta miga y muchas piedras y transitar por alguna autopista
gravelera, enlazo con un nuevo tramo de asfalto que me llevará a recorrer un
entorno que debería ser mágico. Lo pongo en condicional, porque esta zona de
Venta del Moro fue asolada en el verano de 2022 por un incendio que calcinó
1.300 hectáreas. Han pasado casi dos años, pero en el ambiente aún se pude
intuir el olor a quemado.
Autopista de tierra. Ya quisieran algunas carreteras... |
Lo que hay a la izquierda es lo que falta a la derecha... |
Afortunadamente, y antes de que el corazón se angustie más de la cuenta, el trazado vira a derechas y comienza a despedirse de este lugar. Además, la carretera, sin rastro alguno de tráfico, dibuja un trayecto en claro descenso que me permite avanzar con soltura hacia el camino que me introducirá de lleno en las hoces. Antes de tomarlo, decido parar un instante para obligarme a comer algo. No tengo hambre y apenas he bebido, pero no puedo seguir avanzando sin recargar mínimamente el depósito.
Carreteras apacibles por el entorno del Cabriel |
Tras una bonita bajada por pista me sitúo a orillas del
Cabriel. Desde aquí, en teoría, iré bastante pegado a él hasta el final de la
etapa, en Cofrentes. Insisto, en teoría. La pista, como cabía esperar, dibuja
pequeños toboganes, pero resulta bastante llevadera y permite disfrutar de un
sugerente entorno en el que se respira una tranquilidad casi infinita.
En un lugar donde el río exhibe todo su verdor, me detengo a
tirar una foto y me vuelvo a obligar a comer algo. Apuesto por echarme a la
boca un puñado de frutos secos y durante un par de minutos compruebo lo
desagradable que debe ser masticar tierra. No me pasa. Le doy vueltas y vueltas
y la garganta no se abre… Necesito beberme medio bote de agua para tragarlo.
Un buen lugar para avituallarse. Lástima no tener hambre... |
Más allá de las escasas ganas de comer o beber o del terrible calor que acumulo sin romper a sudar, lo que más preocupa en este punto es que no estoy disfrutando como debería. Me siento raro. Tan inapetente como desganado.
Un lugar para disfrutar, si la salud lo permite... |
My body feels young but my mind is very old
So what do you say?
You can't give me the dreams that are mine anyway
You're half the world away
Half the world away
Half the world away
I've been lost, I've been found but I don't feel down”.
Superado un tramo de pequeña subida y su correspondiente bajada,
toca pisar asfalto apenas unos cientos de metros, dejar a un lado la localidad
de Villatoya y continuar el paseo junto al río. En este sector, el camino
serpentea junto a la corriente y traza varios bucles que disipan cualquier
sensación de monotonía.
Justo antes de empezar la que será penúltima tachuela de la jornada, me da por pensar que hoy, más allá de mis paranoias, todo ha transcurrido con una enorme normalidad. Error. El que mueve los hilos nunca descansa y es posible que, de repente, en mitad de la nada, te levante una granja con un cartel de prohibido el paso. Y que si osas ignorar la advertencia, espere hasta que te retuerzas por una subida pedregosa para tirarte a la cara una valla infranqueable.
Después de subir por aquí... |
...una valla rotunda |
En mi descargo diré que, cuando cruzaba la explotación
agropecuaria, me crucé con un tractor cuyo conductor me dejó pasar y me saludó
amablemente sin decirme nada y que, mientras ascendía por el barranco seco, me
pareció ver una de esos cartuchos de CO2 que algún cerdo, digo ciclista, había
tirado al suelo, signos inequívocos de que por allí se podía pasar sin problema…
Pues no.
Tras comprobar que la puerta de la valla tenía candado, recorrer
su perímetro arriba y abajo en busca de algún paso y constatar que el dueño
había colocado ganchos y piedras por su zona baja para evitar que algún bikepacker
segoviano pasase por allí, me siento un instante bajo una sombra. Mientras una
nube de mosquitos trata de comerme, compruebo que la única manera de pasar el
río es hacerlo por el puente de Villatoya, así que antes de buscar alternativas,
salto sobre la bici, me lanzo cuesta abajo y me marco como reto llegar a esta
localidad lo antes posible y sin pensar demasiado. Bueno, lo único en lo que
pienso por unos instantes es en si habrán cerrado la primera puerta y me habré
quedado allí encerrado… Afortunadamente, me la encuentro abierta y, en modo autómata,
prosigo mi pedaleo sin descanso hasta el destino fijado.
You know I'd stay but I just can't stand it and
I can feel the warning signs running around my mind
And if I could leave this spirit I'd find me a hole and I'll live in it and
I can feel the warning signs running around my mind”
Ya en esta localidad de La Manchuela, busco un banco a la
sombra, me quito casco y guantes y me siento a trazar un plan B mientras "sufro" un bocadillo de jamón. Ni que decir tiene que me lo comí sin ganas, masticando
cada pedazo hasta el infinito… Eso sí, al menos me dio tiempo a decidir que
tiraría por carretera hasta Cofrentes, porque la posibilidad de enlazar con la
ruta original en Casas del Río implicaba añadir otros veintimuchos kilómetros más a los ya 24 que me iba a llevar de propina. Para quedarme más tranquilo,
antes de arrancar, aprovecho la presencia de varios paisanos para consultarles
sobre alternativas. No hay: carretera y manta.
Juegos reunidos en Villatoya |
Lo bueno, o malo, de tener tanta información a vista de móvil
es que uno ya sabe lo que se le viene encima. Y tanto Google Maps como Koomot,
los mismos y simpáticos programas que me habían dicho que podía traspasar sin problemas
la granja, me avisan de que ahora tocan ocho mil metros de dura subida. “En
esto no os equivocáis, ¿eh?, qué jodíos”. Pues sí, ocho kilómetros de subida por
una N-322 con buen arcén y poco tráfico, pero complicados por un inusual calor
que me hace ir con el maillot abierto y me transporta a la tercera etapa de Por el camino
más largo, en la que, rumbo a Beteta, me sentí como un caracol arrastrando su
baba por el asfalto. Lo llamativo es que aquel día el termómetro rondaba los 40
y hoy no alcanza los 25.
Finalizada la subida, enlazo ya con una serie de carreteras más
locales que me irán acercando hasta la ansiada bajada final. Por el camino,
tras un infumable repecho, paro a tomar algo en un bar de Casas de Ves. Ya, por
fin, tengo sed, y ya que el agua literalmente no me pasa, apuesto por pedir un
Aquarius. Fue el único líquido del día que bebí con agrado.
Simpáticas rectas ventosas camino de Cofrentes |
Pasadas las seis horas y media de pedaleo, diviso al fin Cofrentes. Tras
una tranquilo descenso en el que hago
todo lo posible por no dar ni una sola pedalada, llegó a las puertas del Hostal
Torreblanca y cumplo con los trámites clásicos. Otra vez haré un esfuerzo por merendar y cenar y por dar una vuelta por una localidad que, solo por su
castillo y sus vistas ya merece la pena. A estas alturas, “siento los signos de alarma corriendo por mi cabeza”, pero confío en remontar. Siempre confío.
My body feels young but my mind is very old
So what do you say?
You can't give me the dreams that are mine anyway
You're half the world away
Half the world away
Half the world away
I've been lost, I've been found but I don't feel down
No I don't feel down
No I don't feel down”
(OASIS – Half the world away)
ALGUNOS DATOS
- Distancia: 131,19 km.
- Desnivel acumulado: 1.580 m.
- Velocidad media: 19,5 km/h
- Velocidad máxima: 56,5 km/h
- Tiempo total de pedaleo: 6h 44' 30"
- Hora de salida: 08:26
- Hora de llegada: 16:38
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