Un viaje a la Alcarria, la madrileña
[Tenía pendiente escribir una pequeña crónica sobre una ruta que realicé hace algunas semanas. Aunque es posible que se me pase algún detalle, voy a aprovechar que aún quedan muchos recuerdos en mi mente para hablar de ella, ya que el recorrido me sorprendió y encantó a partes iguales.]
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Una de las muchas cosas que valoro de la bici de gravel es
que me está dando la oportunidad de descubrir algunas zonas a las que, de otro
modo, no me habría acercado. Respeto a quien le parezca que esto del gravel es
una moda, pero a mí me ha abierto un abanico de rutas tan grande que solo puedo
decir que ha sido un rotundo acierto incorporarla a la familia ciclista.
Entre esos lugares que he podido descubrir gracias a mi
montura más reciente figura la conocida como Alcarria madrileña, una región que
alberga la mayor superficie verde de la Comunidad y que congrega numerosos
pueblos con encanto. Un territorio de suaves ondulaciones y campos fértiles
que, en primavera, ofrece una inmensa y sugerente paleta de colores.
Aunque ya había transitado tímidamente por toda esta comarca
en bici de carretera, la realidad es que no me había decidido a profundizar más
en ella por esa mezcla de ciertos tramos de intenso tráfico y largas rectas ventosas
que a mí se me hacen siempre muchísima bola. Ahora, con la posibilidad que me
da mi Scott Speedster para enlazar caminos y sendas con cierta agilidad, ya no
tenía excusa para recorrerla con más calma.
Para empezar, ración de cuestas y juramentos
Tras desplazarme en coche hasta Loeches por un enjambre de carreteras
que siempre me provoca cierto dolor de cabeza, y que simplemente demuestra que
me hago viejo a pasos agigantados, me pongo en marcha rumbo a Pozuelo del Rey.
De entrada, tocará superar algo más de cuatro kilómetros de subida por pista
rota que sacarán a relucir mi escasa capacidad para soportar esfuerzos prematuros
y, en contrapunto, mi tremenda facilidad para soltar juramentos matutinos.
Caminos entre verdes prados, rumbo a Pozuelo del Rey |
"Getting dress will take me hours.
Alcanzado el punto más alto, el camino mejora y un infinito
mar de campos verdes se abre ante mis ojos. Las últimas lluvias han desatado la
locura en una zona más que propensa a vestirse de gala durante cada primavera.
El impacto visual es tan consistente y oportuno que en nada queda ya olvidado
ese tormentoso ascenso a balón parado que había marcado el inicio del trayecto.
Hasta Tielmes, el terreno se vuelve favorable. Hay leves
subidas, pero la bici avanza con facilidad por caminos en muy buen estado que
permiten disfrutar del, para mí, inmenso placer de pedalear sin prisas ni grandes
pretensiones… y sin coches, sobre todo sin coches. Además, este sector acaba
con una fabuloso bajada desde cuyo punto más alto se obtiene una notoria
panorámica del valle del Tajuña. En fin, un tramo disfrutón, de los que te reconcilian con el mundo.
El valle del Tajuña, a nuestros pies |
Superado la pequeña y atractiva localidad de Tielmes, circulo
brevemente por asfalto hasta enlazar con un camino que, paralelo a la
carretera, me llevará en leve, pero constante subida hasta la M-231. Pensaba
que este tramo se me iba a hacer bola y que, quizá, me invitaría a huir hacia
la cercana carreterilla, pero no, la realidad es que lo disfruto bastante por,
seguramente, el hecho de haberlo pillado con las piernas aún frescas.
Carreteras, caminos y una espectacular cañada
De camino a Valdaracete, habrá que superar el tramo de
asfalto más largo de la ruta, de algo más de cinco kilómetros. Dado que es en
su mayoría ascendente y que apenas hay tráfico, no representará mayor problema
y en nada lo dejaremos atrás para internarnos por una sucesión de caminos en
los que, a estas alturas del año, hierbas, plantas, arbustos y flores de
intensos colores tratan de recuperar el espacio birlado por el ser humano.
Una perfecta combinación de cielo y tierra |
Pasado Valdaracete, enlazo con la Cañada Real Soriana Oriental,
una vía concebida para la trashumancia y que, ahora, se ha convertido en una
joya para paseantes y ciclistas. Serán 12 kilómetros de subes y bajas, de paisajes
brillantes y de tranquilidad casi masticable… Serán, en definitiva, 12
kilómetros para el recuerdo. Durante este tramo, por cierto, abandonaremos la comunidad
de Madrid para internarnos brevemente en una provincia de Guadalajara a la que diremos adiós al poco de atravesar Mondéjar.
Parece Asturias, pero es la Cañada Real Soriana Oriental... |
En esta última localidad, que me hizo evocar la última etapa de Por el camino más largo, me detengo brevemente a comer una barrita y, acto seguido, continuo rumbo a Ambite por un sector de vía verde en evidente bajada que le sentará tan bien a mis piernas como a mi alma. Además, transito por él con absoluta calma, reservando fuerzas para la segunda gran subida del día, la que me elevará de nuevo hasta la parte alta del infravalorado valle del Tajuña.
Aunque ya noto cierto cansancio, completo el ascenso con sensaciones
más o menos buenas y en menos tiempo del esperado me presento en Olmeda de las
Fuentes, uno de esos pueblos que pasan absolutamente desapercibidos para la
inmensa mayoría de los madrileños. Una coqueta localidad, bien cuidada y
tranquila, residencia de artistas, que se convierte en lugar perfecto para hacer una parada más larga,
comer un pequeño sándwich y hacer balance de lo que queda por delante.
Iglesia de San Pedro Apostol (Olmeda de las Fuentes) |
Olmeda de las Fuentes, un coqueto y desconocido rincón madrileño |
Y lo que falta, son algo menos de 20 kilómetros de ruta en los que habrá que lidiar con una subida 95 por ciento asfalto hasta Nuevo Baztán, realizar una obligada parada en el bello Palacio de Goyeneche, y recorrer el tramo menos gravelero de toda la ruta. Y es que, tras dejar atrás esa joya del barroco surgida de la mente de José de Churriguera, el recorrido se interna por un camino cada vez más pedregoso que acabará desembocando en una infumable bajada hasta Torres de la Alameda. No digo yo que no se pueda bajar con una bici sin suspensión, que hay gente muy hábil, pero como ya tengo bastantes taras, llegado un punto en el que siento que es cuestión de tiempo salir volando, decido poner pie a tierra y descender con tiento entre escalones y piedras. Ni así será fácil, porque los calas resbalan continuamente y mantener el equilibrio requiere cierta pericia. Afortunadamente, el tramo es corto y no empaña, ni mucho menos, lo vivido hasta ese punto.
El Palacio de Goyeneche, parada indispensable |
Iglesia Nuestra Señora de la Asunción (Torres de la Alameda) |
Para terminar, y una vez superada esta última localidad, en
la que aconsejo encarecidamente visitar su agradable plaza del Sol, tan solo resta regresar hasta Loeches por un
camino con alguna bola extra (que así es como llamo yo a esos repechos de
última hora que se atragantan más de la cuenta), pero con la comodidad
necesaria para sentir ese placer absurdo de haber completado una ruta de esas
que dejan con un gran sabor de boca.
Flower power |
Antes de llegar al coche, decido parar en una gasolinera para comprarme un merecido Aquarius, pero al comprobar que le ha colocado un precio de 2,40 € salgo de allí como alma que lleva el diablo. De regreso a la gran urbe, por cierto, opto por "escuchar" al GPS del coche para evitar el dolor de cabeza que me produce conducir en Madrid y el cabronazo me envía hacia una carretera en obras, sin salida. Cuatro juramentos más, media vuelta, y ya sí, un plácido retorno a casa con esa mezcla de cansancio y satisfacción que tanto me llena y que sirve como gasolina para ir planeando futuras rutas.
ALGUNOS DATOS
- Distancia: 107,25 km.
- Desnivel acumulado: 1.385 m.
- Velocidad media: 20,5 km/h
- Velocidad máxima: 49,8 km/h
- Tiempo total de pedaleo: 5h 13' 31"
- Hora de salida: 08:59
- Hora de llegada: no recuerdo...
Pues en persona, no "juras" tanto! Debe ser la soledad de ir con 'la que no debe ser nombrada'. O llorerías de bloggero globero 😜
ResponderEliminarPor lo demás, como siempre, un gusto leerte.
Abrazo 🫂
Lo que pasa es que juro hacia dentro, para guardar las apariencias... 😅
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar.
¡Un abrazo!