Otoño en vena (Día 2): Fresno de Cantespino - Sigüenza
"¿Quién va a recorrer estas carreteras comarcales, estrechas y reviradas, por un trayecto más largo que el de las carreteras nacionales? Pues nosotros, los ciclistas, los amantes de las carreteras inútiles". ANDER IZAGUIRRE - Pirenaica (2018)
No me duele nada. Sorprendentemente, nada más ponerme en pie, lo único que siento es la clásica modorra mañanera, porque las piernas, pese a las más de ocho horas de pedaleo del día anterior, no dan señales de cansancio. Queda por ver cómo reaccionaran cuando haya que mover de nuevo las bielas, pero, por ahora, las sensaciones son buenas.
Con el ánimo de sentirme más o menos fresco, termino de
empaquetar todo con solvencia, desayuno con ganas y abandono con celeridad el
cómodo albergue en el que he pasado la noche. La temperatura no alcanza los 10
grados, pero con las perneras y una chaqueta impermeable que me acaban de
regalar por mi cumpleaños, me alejo de Fresno de Cantespino sin darle mayor
relevancia al frescor y la niebla que dominan el amanecer.
Iglesia de San Nicolás de Bari (Fresno de Cantespino, Segovia), despuntando entre la niebla |
Amanece, que nunca es poco, por tierras segovianas |
Hasta Ayllón, circulo con ligereza por asfalto y un terreno más o menos llano, aunque en un tímido repecho a la altura de Corral de Ayllón ya constato que las piernas, pese a su buen despertar, piden hoy un ritmo tranquilo y aún más sosegado. Queda gasolina, pero hay que administrarla bien.
Superada esta pintoresca localidad segoviana, encaro un tramo de caminos en clara
tendencia ascendente en los que el paisaje va poco a poco asomando la cabeza.
Aunque no es una zona especialmente llamativa, la luz del sol aún tamizada por
los últimos coletazos de niebla conceden al entorno un aspecto sugerente y me
animan a seguir avanzando sin atender demasiado al desnivel.
Ayllón (Segovia), un bonito pueblo segoviano |
Una luz sugerente por la meseta castellana |
Disfrutando de las pistas, rumbo a Torraño (Soria) |
De nuevo sobre asfalto, dejo atrás un breve tramo de N-110 y
encaro un sector de carreteras estrechas y solitarias que me permitirán unir,
sin grandes agobios, Fuentecambrón, Miño de San Esteban y Aldea de San Esteban.
En esta última localidad, regreso a la tierra y enfilo un camino que me situará
a las puertas de San Esteban de Gormaz, primer gran destino del día. Justo
antes, por cierto, me topo en mitad de la nada con un curioso panel de
McDonalds que, al parecer, ha sido colocado en este lugar para dejar claro que
de estas tierras sale la harina con la que fabrican su pan. Curioso.
Carreteras olvidadas, camino a Fuentecambrón (Soria) |
Un McPollo con patatas, por favor |
Aunque no tanto como para comerme una hamburguesa, llevo ya cierto hambre, así que aprovecho el callejeo por la bonita población soriana para tomar un plátano y unos frutos secos y decidir que será en El Burgo de Osma donde pare a deleitarme con el clásico pincho de tortilla. Dicen que en estas rutas largas es bueno marcarse pequeños retos y recompensas y quién soy yo para contradecir a los expertos…
La espectacular iglesia de Nuestra Señora del Rivero (San Esteban de Gormaz, Soria) |
En principio, los 14 kilómetros que me separan del premio son llevaderos, pero a la salida de San Esteban de Gormaz, soy asaltado por Eolo. El viento, que hasta ese momento no era molesto, arrecia con fuerza y complica notablemente mi avance hasta el punto de casi obligarme a echar pie a tierra. Inesperadamente, entro en crisis. Pienso en lo muchísimo que me queda y en lo duro que puede resultar avanzar en estas condiciones y me vengo abajo. De repente, me parece absurdo el haberme empeñado en hacer tantos kilómetros por día sin necesidad alguna…
Por suerte, antes de que las neuronas colapsen, el trazado
me invita a abandonar el asfalto y cambiar tímidamente de dirección. Poco a
poco, y a medida que me interno entre cultivos y pequeñas ondulaciones del
terreno, la sensación de zarandeo disminuye y comienzo a recuperar la cordura.
Estoy aquí porque quiero y, por tanto, esto solo tiene sentido si soy capaz
de relativizar el sufrimiento y de sobreponerme a los malos momentos.
Seguimos, claro que seguimos.
Recuperando la cordura entre campos de labor |
Llegar a El Burgo de Osma tras una oportuna bajada, atravesar este bello pueblo y sentarme ante un pincho de tortilla contribuyen a disipar definitivamente las dudas. Además, cuando vuelvo a arrancar, lo hago ya sin perneras ni chaqueta, disfrutando del pedaleo al abrigo de un sol que en estos días de otoño calienta lo justo. Sigue soplando un viento intenso, y casi siempre frontal, pero la actitud es otra, y se nota. De hecho, casi sin darme cuenta, comienzo a divisar mi siguiente objetivo, la Fortaleza Califal de Gormaz.
Castillo de Osma (El Burgo de Osma, Soria) |
La Fortaleza Califal de Gormaz (Soria), dominando el horizonte |
Considerada la fortaleza árabe más extensa de Europa, la
construcción se va abriendo paso en el horizonte de forma progresiva hasta
convertirse en el centro de atención. Ensimismado, asciendo hasta la localidad
de la que toma nombre y, una vez allí, sin pensármelo mucho, decido completar el
kilómetro y medio que me separa de su
entrada principal. Aunque dejo pendiente la visita a su interior, desde
ese punto contemplo la inmensa planicie que se extiende por los alrededores y
llego a intuir el motivo por el que Galib, general de Abderramán III, decidió
hacerse fuerte en esta zona. La sensación de dominio del entorno es abrumadora.
Y los campos lucen hoy, además, preciosos. Y no hay nadie por aquí. Momentazo.
Conquistando la Fortaleza |
La llanura a tus pies |
Para rematar este periodo de subidón, tras descender hacia
el otro lado de la fortaleza y detenerme para hacer una foto, observo que, a mi
izquierda, un pequeño zorro me escruta con curiosidad. Lógicamente, en cuanto
se percata de que le he visto, sale corriendo, pero aún me da tiempo a
deleitarme con su estilizada figura y su cola larga y esponjosa… Mi animal favorito, sin duda.
Mientras hacia esta foto, apareció el zorro |
Reconfortado por la sucesión de emociones, completo los casi
20 kilómetros que me separan de Berlanga de Duero con una cierta soltura. En
esta también atractiva localidad soriana (¡Viva Soria y viva Castilla! Hay que
decirlo más) tomo la decisión de detenerme en un bar para comer algo más
sólido, porque ya asumo que hasta Sigüenza será complicado encontrar lugares
para repostar. Lo que intuyo que me espera es una sucesión de caminos y
carreteras secundarias, un puñado de pueblos minúsculos y una casi infinita
soledad.
Castillo de Berlanga de Duero (Soria) |
Hasta Villasayas, toca superar un larguísimo falso llano de unos 30 kilómetros, de esos que van rascando poco a poco las fuerzas. Por el camino, supero Bordecorex y Fuentegelmes, localidades en las que el silencio se ha convertido en una fina capa de polvo que impregna calles y edificios (o lo que, en muchos casos, queda de ellos). Para no darle demasiado a la cabeza en un terreno que invita a ello, me entretengo tarareando una canción que me viene rondando por la mente desde primera hora y que resulta ideal para esta estación…
Y bueno, ni confirmo ni desmiento que, por motivos
indescifrables, se me escapase también alguna estrofa de un tema de Rosana…
(Rosana – El talismán)]
Bordecorex (Soria), la capital del silencio |
Largas y solitarias rectas que invitan al tarareo... |
Tras recargar agua en Villasayas, encaro una subida por
asfalto hasta Pinilla del Olmo. Voy pensando que será el último tramo duro del
día, convenciéndome de que luego los esfuerzos serán ya muy puntuales y que,
como premio, disfrutaré de un largo tramo descendente hasta las cercanías de
Sigüenza.
El trabajo mental da sus frutos y, tras dejar atrás una zona
de caminos y un inesperado pinar, alcanzo Romanillos de Medinaceli con todavía
margen de maniobra. Además, en esta pequeña localidad, hago una parada para
comer algo y recargar el depósito por última vez.
Un bonito y coqueto pinar en mitad de la llanura |
Iglesia de San Miguel Arcángel, Romanillos de Medinaceli (Soria) |
Hasta el punto en el que retomaré el asfalto me restan unos
7 kilómetros que algún simpático usuario de Koomot había denominado como "tramo
divertido entre encinas". En fin, no digo que con las fuerzas intactas y un mtb
hubiese sido entretenido, pero a mí se me hizo muchísima bola. Tramos de camino
sin apenas marcar, zonas pedregosas, pequeños repechos, barros… Ni que decir
tiene que al salir a la carretera y comprobar que me esperaba una bajada lancé
un suspiro que debió partir en dos el silencio reinante.
"Tramo divertido entre encinas", ja ja ja |
Y sí, por fin, a unos 15 kilómetros del final, y después de un
llaneo en el que mis posaderas comienzan a resentirse de una manera, digamos,
significativa, alcanzo, al fin, ese giro a derechas que me iba a permitir
deslizarme hasta casi Sigüenza sin tener que dar excesivos pedales. Al igual
que en la jornada anterior, el hecho de que esta última parte de la ruta fuese
más bien favorable, me ayudó a acabar con unas sensaciones bastante positivas.
Esto sí que es divertido. Sector favorable, camino de Sigüenza (Guadalajara) |
Antes de dar por concluida la jornada, visita rápida al súper para hacer la compra y un rampón de ultimísima hora para alcanzar el albergue en el que pasaré la noche. Estoy cansado, pero ni mucho menos abatido, y diría que me duele más el culo que las piernas… Es tiempo de ducharse, darse cremas varias, comer bien y descansar.
Atardece tras la Catedral de Santa María de Sigüenza |
(Sexy Sadie – Crawling man)
ALGUNOS DATOS
- Distancia: 169,03 km.
- Desnivel acumulado: 1.485 m.
- Velocidad media: 19,1 km/h
- Velocidad máxima: 64,2 km/h
- Tiempo total de pedaleo: 8h 51' 46"
- Hora de salida: 08:14
- Hora de llegada: 18:34
Muy buen reportaje y muy bonitas las fotos. Me anoto en la agenda visitar el castillo de Gormaz, que no lo conocía. Un saludo y a ver las próximas etapas.
ResponderEliminarMira que la tengo "cerca" y yo tampoco conocía hasta ese viaje la fortaleza de Gormaz. Me impresionó.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por el comentario, Samuel!
Un saludo