La primera del año: un breve análisis de recorrido, materiales y demás minucias
Para dar carpetazo a La primera del año, y mientras espero a que deje de llover para volver a plantearme una nueva aventura, voy a analizar lo más brevemente posible algunos aspectos de la ruta. Vamos allá.
EL RECORRIDO
Como siempre, para empezar, los datos globales:
- Kilómetros: 267,36 km.
- Desnivel acumulado: 4.172 m.
- Tiempo total de pedaleo: 14 h 53’ 27”
- Velocidad media: 18,05 km/h
- Velocidad máxima: 59,8 km/h (etapa 1)
Aunque ya ha realizado alguna valoración durante las
crónicas de las dos etapas, mi conclusión final es que nos encontramos ante un
recorrido completo, duro y espectacular tanto desde el punto de vista
paisajístico como del lúdico, entendiendo este último adjetivo como la
capacidad para disfrutar del simple pilotaje de una bici.
Una autopista de la Casa de Campo (Madrid) |
Del trayecto de la ida, destacaría, por supuesto, el tramo
entre El Escorial y el puerto de La Lancha, con la dura y siempre atractiva
subida al puerto de Abantos, el tránsito por la recóndita dehesa de La Cepeda,
el sector junto a los embalses de Valtravieso y, por supuesto, la llamativa
pista de los aerogeneradores. Cierto es que los molinos ensucian un poco el
paisaje, pero rodar por ella resulta impactante (y ya sin niebla debe ser
tremendo…). El resto de esta primera etapa comprendería una, creo, bastante
aseada salida de Madrid capital y sus alrededores, un más que chulo tramo junto
al embalse de Valmayor y una tranquila -aunque no exenta de cierta dureza-
llegada a Ávila.
Bajando Abantos, a la altura de la fuente de La Naranjera |
La recóndita y solitaria dehesa de La Cepeda, territorio vacuno |
El embalse de Valtravieso (Ávila) |
Aunque la ruta tal y como la recorrí ya reúne muchos
alicientes, me quedé con las ganas de haber explorado el segundo tramo de pista
junto a los aerogeneradores. El mal tiempo y la conversación mantenida con un
operario de la empresa que gestiona los molinos, que acrecentó mis dudas sobre
las posibilidades de toparme con una valla, me llevó a decantarme por el plan B:
bajar la Lancha por carretera y seguir por asfalto hasta Urraca Miguel. Con buen
clima creo que habría arriesgado, pero visto el cansancio que acumulé al final
del día, considero que mi elección fue oportuna.
El embalse de los Serones, al fondo, desde la bajada de el puerto de La Lancha (Ávila) |
Sobre la vuelta, poco más que decir de lo contado en la
crónica. Tras el tranquilo y suave ascenso a El Boquerón, se disfruta de un
tramo maravilloso hasta la urbanización Mojadillas: un enlazado de carreteritas,
pistas, caminos y senderos que da sentido a cualquier escapada de este tipo.
Lástima que luego toque lidiar con la M-600, una carretera asquerosa que sólo
se podría esquivar o metiendo bastantes más kilómetros o aventurándose por la
complicada zona de Valdemorillo. Un lunar negro que, tramitándolo con paciencia
y mil ojos, no debe deslucir una ruta que, finalmente, permite volver a la
capital por zonas muy tranquilas.
Hormigón, herraduras y excelentes vistas en la subida al alto de Las Eras (San Bartolomé de Pinares, Ávila) |
Entre Robledo de Chavela y Zarzalejo, con la Cruz Verde como testigo lejano |
En líneas generales, por tanto, se trata de un trayecto de ida
y vuelta duro por kilometraje y desnivel, pero bastante asequible desde el
punto de vista técnico (salvo el tramo evitable antes de llegar a Ávila, la
bajada antes de Zarzalejo y algún paso de las coladas previas a Mojadillas, se
puede rodar sin problema alguno). En cuanto a la época del año, creo que
principios de primavera y otoño resultarían los momentos ideales. El invierno
también puede ser buen periodo, pero siempre fuera de semanas de borrascas y
nieves, ya que hay que cruzar pasos de montaña. El verano, en cambio, lo evitaría
a toda costa por el calor que suele asfixiar la zona centro de España y agosta los campos.
Para terminar este apartado, dejo por aquí los enlaces a las dos etapas en Wikiloc (el enlace a Strava se puede encontrar en la crónica de cada uno de los dos días):
EQUIPAJE Y MATERIAL
Pocas novedades en este apartado. Aunque al tener que salir por Ávila, me tocó portar ropa de calle y un plumas de esos comprimibles, creo que logré ser bastante minimalista. Quizá aún se pueda apurar algo más, pero tampoco es cuestión de pasar penurias (jejeje). Lógicamente, cuanto menos peso, mejor, pero llega un punto que es complicado recortar la lista de un equipaje que repartí en las bolsas como en, más o menos, otras aventuras anteriores.
Posado de bici y bolsas, con el puente rojo de fondo (Villafranca del Castillo, Madrid) |
En cuanto a la bici, de nuevo, sin problema alguno. Contentísimo
con ella, con su comportamiento en todo tipo de terreno y su fiabilidad. Llegué
a casa con la cadena ya para cambiar, pero eso no es culpa suya… En fin,
toquemos madera y confiemos en seguir así en el futuro.
COMIDA Y ALOJAMIENTO
Nuevamente, opté por llevar comida para pasar la jornada de
pedaleo y así reducir tanto el gasto como la cierta ansiedad que siempre genera
andar buscando bares o tiendas. Además, de este modo, me evito en gran medida tener
que saltarme la dieta sin gluten. Este último es, más o menos, el mismo argumento
por el que me estoy acostumbrando a desayunar en la habitación del hostal de
turno, aunque luego siempre intento parar para tomarme un café con leche y, si
se tercia, alguna vianda más.
La única comida que realicé fuera de este plan fue la cena
en Ávila, ya que el alojamiento no disponía de cocina para preparar un poco de
pasta o similar. Lo solventé con una hamburguesa con patatas en un local
moderno, con su pan sin gluten, pero tremendamente caro para ser una ciudad
pequeña: 17’6 €. Terrible.
Ciudad totalmente recomendable, Ávila. Plaza de La Santa. |
En cuanto al hostal, de la dos opciones baratas que
encontré, me acabé decantando por el hostal La Estación. Ocupa parte de las instalaciones
de la estación de tren y aunque no tiene lujo alguno y va pidiendo a gritos una
reforma, me resultó cómodo y confortable. Además, me dejaron meter la bici en
una habitación bastante grande. Por 33 €, ni tan mal.
Si a este par de gasto reseñados, sumamos la compra de unos
12 € que hice en Ávila para merienda, desayuno y comida del día siguiente, el café
de San Bartolomé de Pinares y la Coca Cola de Zarzalejo, La primera del año
tuvo un coste total de 65’28 €. Como siempre digo, no sé si es mucho o poco,
pero a mí me compensa.
Y poco más. A la espera de que dejen de caer chuzos de punta
y pueda disfrutar de una nueva aventura a finales de mes, quedo abierto a
preguntas y sugerencias de cualquier tipo. Muchas gracias por leer y por
comentar. ¡Salud y pedales, sobre todo, salud!
Jajaja. 65 euros me parece un presupuesto muy ajustado. Y por haber quedado, además, tan bien aprovechado me ha recordado a los que manejaba el gran Soláns en la época de esplendor zaragocista. Un saludo!
ResponderEliminarEstá claro que va a llegar un punto en el que para ajustar más habrá que dormir a la intemperie, jajaja.
ResponderEliminarQué buenos recuerdos guardo yo de aquel Real Zaragoza. Ojalá poder volver a veros pronto en Primera ;)
Un saludo!